Los ilusos #57: Rápidos y furiosos

Buenas, ¿cómo están? Espero que muy bien. De alguna manera, si lograron disociar de la realidad en la que vivimos, están sobreviviendo y eso es muchísimo.

La última vez que nos escribimos el horror no había acontecido. La idea de un Javier Milei presidente era todavía era un peligro potencial que se podía evitar. No lo hicimos. Los anticuerpos de nuestro sistema democrático no fueron tan fuertes. Ni Baglini, ni Javier Delay, los primeros 20 días del liberal libertario en la Rosada han sido una aventura. A mí no me miren, yo les dije. Mi idea para una última columna del año era hacer un ranking, recomendarles películas de navidad y lo mejor de este año que se va. En cambio tengo que estar acá, contándoles como todo va a dejar de existir. Un verdadero privilegio. Los gustos, en vida.

En fin, por si no lo sabían, el primer presidente anarcocapitalista del mundo envió en estas últimas semanas dos proyectos de reformas legislativas que ponen en jaque nuestra constitución, la división de poderes y el sistema democrático.  Uno es un Decreto de Necesidad y Urgencia, una norma excepcional, mediante la cual, argumentando un estado de emergencia que impide el normal funcionamiento del congreso, el titular del Poder Ejecutivo Nacional puede arrogarse ciertas facultades legislativas. Si bien la historia de los DNUs en nuestro país es brumosa, la realidad es que nadie nunca había usado la herramienta para derogar o modificar de un plumazo más de 300 leyes. Quizá el antecedente más grave de la utilización de la herramienta haya sido la designación por esa vía que Macri hizo de dos jueces de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti. Cabe señalar que en ese entonces El Killer tuvo que recular en chancletas rápidamente. La segunda medida de Milei es uno de los proyectos de ley a tratarse en el congreso en sesiones extraordinarias que se llama Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos

De aprobarse ambos proyectos -el DNU entró en vigencia desde hoy, 29 de diciembre, y luego deberá ser refrendado o rechazado por el congreso- nuestro país será absolutamente diferente a como lo conocemos. Se modifica el Código Civil y Comercial, la Ley de Sociedades, la Ley de Procedimiento Administrativo, el Código Aduanero, el Código Penal y un sin fin de leyes que regulan, por ejemplo, la salud, la energía y la comunicación.

Entre toda esa volteada cae el INCAA y el financiamiento de nuestro cine. La llamada ley ómnibus que comenzará a tratarse en los próximos días incluye toda una serie de artículos que modifican la Ley de cine (ley nro. 17.741). 

¡Ah shit, here we go again! Veamos.

Ch-ch-ch-ch-changes

Para no hacer mucho lío, vayamos por partes. Desde hace muchos años venimos escribiendo en estas páginas qué es el INCAA, cómo se financia y cómo funciona el instituto. En particular, les recomiendo leer esto y esto, para comprender cómo está la situación respecto al financiamiento. O este hilo que armé en su momento que también lo explica de una de forma más resumida.

Concretamente, en lo referido a la problemática actual, la situación es muy complicada, casi terminal, aunque no tanto como la del Fondo Nacional de las Artes y el Instituto Nacional del Teatro que de aprobarse la ley serían desmantelados por completo. 

Entre las cuestiones centrales que modifica el proyecto aparece primero la concentración de poder sobre la figura del presidente del Instituto. El consejo asesor, que es el órgano de cogobierno del INCAA, pasa a tener 8 miembros en vez de 11, y esos miembros dejan de ser representantes de las diferentes organizaciones profesionales que componen la industria para pasar a ser elegidos en forma discrecional por el presidente.

Luego hay una cuestión central, que es la del financiamiento. En la actualidad, el INCAA recibe para el Fondo de fomento cinematográfico el 25% del total de las sumas que percibe el Comité Federal de Radiodifusión, por un gravamen creado por el art. 75 inc. a y d de la Ley 22.285. En concreto, esto es un porcentaje de lo que pagan las empresas de telecomunicaciones por explotar el espectro radioeléctrico. La nueva regulación, modifica esto y deja solo como parte sustancial del financiamiento del Instituto la asignación específica del 10% del valor de cada entrada de cine, agregando como una cuestión discrecional un inciso que le permite al Poder Ejecutivo destinar partidas presupuestarias específicas para el organismo en cada ejercicio anual. Esto es gravísimo y pone en serios riesgos la posibilidad de que el INCAA pueda seguir impulsando como ha hecho hasta ahora la producción cinematográfica nacional.

Por otro lado, se derogan todas las previsiones vinculadas a la Cuota de Pantalla (es decir el tiempo de permanencia mínimo que tienen que tener las películas nacionales en cartelera de acuerdo a su rendimiento de público). A su vez, se elimina dentro de las obligaciones del Fondo de fomento el sostenimiento de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) y también el apoyo a la producción de cortometrajes.

Se establece un porcentaje máximo del 25% del presupuesto para el destino de gastos generales y de personal, lo que implica una fuerte reducción de la cantidad de trabajadores del instituto y, en consecuencia, la reducción de programas y políticas específicas.

Se establece que las películas que reciban apoyo del INCAA no podrán recibir un subsidio que supere el 50% del costo presupuestado y, a la vez, que quienes hayan recibido apoyo del instituto no podrán volver a solicitarlo durante los próximos dos años. Esto último, si lo piensan dos segundos, es una absoluta ridiculez que atenta en forma directa contra la posibilidad de la industrialización del sector: ninguna productora podría trabajar recibiendo apoyo del INCAA. La actividad, en términos comerciales, se vuelve inviable.

Por último, se incluyen limitaciones en cuanto a la posibilidad de tener que escoger la menor tasa del mercado para solicitar un crédito para la producción cinematográfica, la posibilidad de afrontar el pago de créditos con subsidios o que el propio INCAA otorgue créditos a tasas subsidiadas más bajas que las del mercado.

Todo esto está muy bien resumido en un comparativo que realizó Julio Raffo, abogado especialista en régimenes jurídicos vinculados al audiovisual, y que se publilcó en el sitio web Otros Cines. Ahí podrán leer la redacción actual de los artículos y sus pretensas modificaciones.

La pregunta que cabe hacerse con relación a todo esto es, si Argentina tiene una necesidad imperosa de bajar el gasto público, ¿qué impacto tendrá en esos términos estas medidas?. La respuesta es: prácticamente ninguno. La mayoría del dinero que recibe el INCAA, el FNA o el Instituto Nacional del Teatro proviene de asignaciones específicas que están vinculadas a tributos e impuestos de quienes consumen esas industrias culturales. Esto quiere decir que se retroalimentan y fomentan entre ellas. 

Para que quede claro: la eliminación y el desfinanciamiento de la cultura no va a repercutir en bajar el precio del arroz o de los fideos y tampoco le va a dar cloacas a los nenes del impenetrable chaqueño. Lo único que va a generar esta política es una reducción bestial de nuestra producción cultural, el desempleo de miles de personas y la concentración del mercado en muy pocas manos, en su mayoría extranjeras. En la repartija de liberales y nuevas derechas nos tocó lo peor: un globalista sobrealimentado a base de capítulos de House of Cards. Serie que ni siquiera entendió.

Rápidos y furiosos

Entonces, para que se entienda: esto no es una medida fiscal, ni es una necesidad económica. Se trata de una visión ideológica y política que entiende que la cultura y la promoción de nuestros relatos no ocupan ni poseen ningún valor de mercado en la sociedad y que deben ser realizadas, producidas y comercializadas por quienes tienen el dinero y los recursos para hacerlo. 

Quienes defienden estas ideas no conocen el valor cultural que tiene nuestra cinematografía en el mundo. Tampoco les importa. No es una discusión sobre cómo volver más transparente o eficiente a un sistema de asignación de recursos públicos. No tienen ni siquiera una visión estratégica nacional por detrás. Es un sesgo ideológico.

En el fondo de todo esto, por supuesto, hay una profunda autocrítica que en algún momento habrá que hacer con verdadera honestidad. La producción cinematográfica se ha concentrado en su mayoría en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y ha sido el refugio de las clases medias y altas en decadencia. Las asociaciones de profesionales han mostrado poco apego a la democratización del acceso a los recursos y jamás han sido capaces de plantear políticas redistributivas e inclusivas. Nuestro cine es una cuna de élites y un sistema de castas barato. Los técnicos, los productores, los realizadores, los estudiantes, los docentes, los críticos y los programadores, todos han luchado por comerse un pedacito de la torta y aferrarse a ella para evitar que crezca. La imposibilidad de poder explicarle a la sociedad que nuestra cultura es importante es la consecuencia de no pensar en el pueblo y en el público a la hora de producir. Cuando todo este asunto se convirtió en cobrar el cheque para pasar al subsidio que sigue cagamos la fruta.

Quizá es antipático decirlo ahora, cuando todo está por desaparecer, pero no es la primera vez que lo ponemos sobre la mesa. A las pruebas me remito.

¿Qué va a pasar en las próximas semanas?, ¿el congreso aprobará esto en las sesiones extraordinarias? Difícil saberlo. Por ahora solo puedo aferrarme a una de mis máximas para la vida: jamás confíen en un diputado o en un senador cuando cambia un gobierno. Suena difícil que el reclamo por el sostenimiento de nuestra cultura prospere en este contexto. Quizá, la única chance sea que, como nos están atacando a todos juntos a la vez, una unión un poco más fuerte logre hacer alguna diferencia en la calle y en el debate público. Lo veo difícil.

Pase lo que pase, las cartas están sobre la mesa. Incluso evitando esto, la visión que tiene el oficialismo no se va a modificar y la embestida será constante en los años venideros. No va a quedar otra, habrá que pensar cómo aguantar, pero también, será urgente entender todas las cosas que se han hecho mal durante los últimos años para que cuando haya otra oportunidad no volvamos a lo mismo.  Un dato que no mencioné hasta ahora: a la fecha no hay ninguna autoridad designada al frente del INCAA. Eso ya dice muchísimo.

Y bueno, eso fue todo hasta acá. Nos vemos cuando nos veamos. ¿Febrero, marzo? Quién sabe. Fue uno de los peores años de mi vida. Sí, al igual que ustedes. Descansemos algo, cuidemos a la gente que nos quiere y aferrémonos a lo poquito que queda en pie. La pesadilla recién empieza, es verdad, pero en algún momento va a terminar. Sobrevivir ya es algo digno de ser destacado.

Álea iacta est.