Reseña: Spree

Kurt Kunkle (Joe Keery) sueña hace 10 años con ser un exitoso influencer con su canal online de “El mundo de Kurt”. Claro que sus anhelos chocan con su realidad donde en 10 años como streamer nunca consiguió reconocimiento, o notoriedad, sin “views” en sus historias. ¿Qué hacer para lograr el éxito? ¿De qué serías capaz para lograr la fama? Esa es la cuestión. Y Kurt, ahora conductor de una app de viajes llamada Spree (tipo Uber), decide crear contenido en vivo asesinando a sus pasajerxs.
Dirigida por Eugene Kotlyarenko (además coescribió el guion junto con Gene McHugh), la película intenta sumergirnos en el mundo de la generación Z con una visión nihilista de esta tendencia actual por convertir en héroes a, digámoslo, boludxs en este sin sentido que es la competencia por clics. ¿Es una crítica profunda a una parte de la sociedad y a la utilización de las redes sociales? No precisamente, pero pone el foco, que ya es suficiente.
La originalidad en el montaje frenético por momentos y el uso como marcos de las interfaces de las distintas apps de redes sociales nos dan una película de una ya de por sí premisa interesante, en un producto disfrutable por la cotidianeidad que tenemos con dichas apps. George Orwells imaginó en su obra 1984 (1949) un Gran Hermano “que te vigila y te espía en todo momento”, pero la ficción la volvimos nosotrxs mismxs en realidad con esta dependencia constante de estar “conectadxs”, y en otrxs casos, la búsqueda incansable de la viralización y la fama espontánea. ¿En dónde estaba? Mejor no irme por las ramas y vuelvo a la película. ¿A qué me refiero con el Gran Hermano? Son sugerentes las sensaciones que transmite el film con la utilización de las distintas cámaras que uno tiene en la vida cotidiana para mostrarnos sus tomas y escenas. Desde las mismas del celular y las apps, hasta cámaras de laptops, go-pros fijos en los autos, e incluso, cámaras de seguridad ubicadas en las calles. Tuvimos un apogeo del found-footage en su momento con su máximo exponente en The Blair Wicht Project (1999, Eduardo Sánchez y Daniel Myrick), y si bien hoy caratulan este tipo de películas en ese concepto, no sé si es más adecuado decir que es una live-footage. No sé si existe o habrá que charlarlo, pero bueno, ahí está.

Claro que, el buen funcionamiento se encuentra en el guion, pero en particular la interpretación del muchacho de Stranger Things: Joe Keery, quien da vida a un Kurt, con sus vaivenes emocionales de una manera extraordinaria. La inocencia, emoción y ansiedad que muestra al inicio lo va llevando lentamente hacia el lado psicótico, depresivo y lúgubre del final. A diferencia de Luke Skywalker, como espectadores, queremos que caiga hacia el lado oscuro. Para ser sincerxs, el bueno de Joe Keery me hizo ver de reojo a los que buscan seguidores en las redes. Sin dudas, en la buena elección de papeles está la clave para alejarse de ser “el pibe de Stranger Things”.
En el lado opuesto de Kurt, un personaje que también tiene un arco es el de Sasheer Zamata, probablemente la tengan de Saturday Night Live quien siga el interminable show cómico. Aunque pareciera hacer de sí misma, en su personaje está el arco argumental que reflexiona sobre el ser público de las redes sociales. El hastío con lxs seguidores, el tener que sonreír o ser como lo que se vende en los lives.
Y dentro del argumento hay un tercer personaje muy interesante, pero al que no le podemos poner una cara reconocible: lxs espectadores. Con los chats en vivo de las redes sociales que acompañan a Kurt durante toda la película, vemos de qué manera nos comportamos, el morbo que nos fascina. En el público en vivo, desde quienes muestran verdadera preocupación (“que alguien llame a la policía” pero sin dejar de ver, eh, que lo haga otrx), hasta quienes piensan que es broma, y finalmente, quienes echan más leña al fuego y quieren más, y más sangre, lxs famosxs trolls. Por algo situaciones violentas se vuelven virales. En este tercer personaje sin rostro, la película (aunque más que nada la realidad) podría serle de utilidad a psicólogxs sociales y sociólogxs.

El film puede llegar a ser una crítica hacia aquellxs influencers que hacen bromas pesadas, aquellxs que mediante la humillación de otrxs (como por ejemplo lxs indigentes) logran monetizar sus “contenidos”, y en ese extremo está el personaje de BobbyBaseCamp, interpretado por Joshua Ovalle, a quien Kurt hacía de niñero, pero del que nunca ganó el respeto. Podríamos decir que es el antagonista de Kurt, porque tiene lo que él desea: éxito en las redes y popularidad, y BobbyBaseCamp es quien lo reta a llevar a cabo esos crímenes para transmitirlos en vivo en su canal y que Kurt, así, gane popularidad.
Por último, debo mencionar al personaje de David Arquette, como el padre de Kurt. La relación no es la ideal entre ellos, el resentimiento es latente y la figura de padre ausente es notoria. Y atención a los créditos, porque ahí también queda un mensaje: por más mal que hayas hecho, internet te mantendrá vivo por siempre. Lo que te hunde, te salva.
En conclusión, una película entretenida, con un tema sumamente interesante y con un actor que supo cargar una gran interpretación sobre sus hombros. Los personajes egocéntricos de las redes sociales están latentes, “el puede pasar” va a pasar por sus cabezas, de hecho, pensé en un par de contactos míos que pueden llegar a ser un “Kurt” con tal de tener más seguidores (espero que sea chiste). Esta película sacó mi sociólogo frustrado.