500 días con ella: ¿Quién es el villano? El análisis que responde a todas las preguntas
Es el año 2020 y prácticamente todo el mundo (literalmente casi todo el planeta) está encerrado en sus casas esperando una vacuna contra el virus que nos agarró (casi) por sorpresa a principio de año. ¿Qué mejor momento entonces para maratonear películas y series? En el caso de quien les escribe, en estas últimas semanas se le dio por ver comedias románticas. De esas bien cursis y estereotípicas, con todos los clichés que uno se pueda imaginar, más formulaicas que las máquinas fordianas en la película Tiempos modernos, de Chaplin. 500 días con ella, o 500 Days of Summer (500 días de verano), es una de estas. A simple vista es un film de romance bastante simple, hasta que en el principio el narrador en off aclara que “no es una historia de amor”. Es justo cuestionar esta declaración y acusarla de tramposa. 500 días con ella no es una historia de amor de Hollywood, sino una que nos va a tocar mucho más de cerca a todos; una de amor no correspondido.
La película se estrenó en Argentina en el 2009 y fue dirigida por Marc Webb, autor de otros éxitos pochocleros como The Amazing Spiderman 1 y 2 (para algunos las mejores, para mí nada supera a las de Sam Raimi) y de incontables videoclips de la época. A partir de ese momento y por años y años en el futuro Summer, la coprotagonista interpretada por Zooey Deschanel, se convertiría en uno de los personajes más odiados de la historia del cine y la TV, siendo comparada ni más ni menos que con Jenny de Forrest Gump o incluso Skyler de Breaking Bad. Pero ¿qué hizo esta mujer para que la gente la odie tanto? Parece que romperle el corazón al personaje de Joseph Gordon-Lewitt no se perdona tan fácil. En este momento aprovecho para dejarles mi primera advertencia: esto es tanto una reseña como un análisis, por lo tanto va a haber spoilers. Si todavía no vieron esta película pero quieren seguir leyendo, continúen bajo su propio riesgo o vayan a darle un vistazo y vuelvan. La nota va a seguir estando (creo).
En los últimos años no es sorpresa ver en varias redes y medios una relectura de los arquetipos de comedia y romance de finales de los 90 y principios del nuevo milenio. Friends, Seinfeld, How I Met Your Mother y las comedias románticas de la época, entre otros productos televisivos y cinematográficos, pasaron por un nuevo filtro de luz, uno que las ve desde otra perspectiva mucho más deconstruida, en medio de la lucha de grupos de mujeres, personas de color y la comunidad LGBT+ por más visibilización, representación, igualdad y respeto en las pantallas grandes y chicas. 500 días con ella fue uno de los mayores exponentes de esta vuelta de tuerca que implicó una resignificación del rol de Summer. Atrás queda su papel como villana de la película para abrir la posibilidad a que tal vez Tom, el protagonista, sea víctima de su propio egoísmo e idealización de la mujer que tiene adelante. En febrero de 2019 incluso los dos actores principales y el director dieron una entrevista para el medio Entertainment Weekly confirmando esta interpretación.
Entonces, ¿en qué queda toda la situación? ¿Es Summer una mala mina, egoísta, engreída, o es Tom el tóxico que no escuchó las cosas que ella le advertía una y otra vez sobre la relación y los términos en que ella quería llevarla? A esta respuesta me propongo llegar en este texto y acá les doy mi segunda advertencia: puede no gustarles, lamentablemente así son las opiniones.
Para empezar es importante dar un pantallazo del argumento de la película a grandes rasgos, así partimos de la misma base. Tom Hansen es un “romántico empedernido”, según la voz en off que lo presenta en los primeros minutos. Cree indiscutiblemente en el concepto de un único amor para toda la vida, o como le dicen en inglés “The One”. Summer Finn es un espíritu libre, una mujer afectada por el divorcio de sus padres desde que era una nena que, por el contrario, no cree en el amor ni en la profundidad emocional, o al menos es lo que dice. Desde el primer momento en que se conocen la película nos lleva por un vaivén de recuerdos y saltos temporales que suman los 500 días del surgimiento, caída y superación de la relación. No hace falta dedicarles demasiado tiempo a los recursos cinematográficos en este análisis. El director trae a la mesa una propuesta creativa, que en ningún momento se siente avasallante, sino que funciona como un accesorio perfecto para mostrar el proceso de la relación que no funcionó. Se comparan los primeros momentos con los últimos, las cosas que en el “día 34” fueron mágicas y románticas, en el “día 290” no tienen ningún significado y vemos en gestos, tonos y palabras como los protagonistas se van alejando el uno del otro, cómo Tom parece negado a ver que la pareja no funciona y cómo Summer a falta de poder expresar su descontento se encierra en sí misma cada vez más y más. “Amo a Summer, amo su sonrisa, el sonido de su risa, sus rodillas, su lunar en forma de corazón. Amo todo sobre ella”, le dice Tom a su mejor amigo durante los primeros días del affaire. Una hora transcurrida la película el monólogo es muy distinto: “Odio a Summer. Sus dientes torcidos, como suena su risa, sus rodillas deformes, su lunar en forma de cucaracha. Odio todo sobre ella”. En eso es indudable que la película hace un excelente trabajo, captura casi sin fallas la esencia de un corazón roto. Tal vez sea por eso que Summer fuera un personaje tan odiado por tanto tiempo. Todos fuimos Tom alguna vez en nuestras vidas, todos sufrimos ese dolor intenso, esa angustia, esa obsesión por saber por qué no funcionó, por qué nos dejaron, qué hicimos mal. Es una fijación tanto por la otra persona como por nosotros mismos, como diría el poeta Mario Benedetti, “la culpa es de uno cuando no enamora”.
Una vez establecida la situación de la película es fundamental definir a ambos personajes y sus arquetipos para llegar a resolver el misterio de quién es el culpable de tal infelicidad y desamor. Tom, el protagonista, es un narrador no confiable. Eso quiere decir que toda la historia está contada desde su punto de vista, con todas las subjetividades que eso conlleva. Incluso la voz en off que se impone como un segundo narrador de categoría omnisciente parece inclinarse hacia los sentimientos y las suposiciones de Tom. En ningún momento se muestra ninguna empatía por Summer, cómo ella puede sentirse o lo que ella pueda pensar. Nosotros, la audiencia, somos Tom; vemos a Summer como una persona externa y solo podemos guiarnos por lo que vemos y oímos. Es posible que este sea uno de los grandes factores que hace tan difícil de entender a la coprotagonista. Tom no la entiende, entonces nosotros tampoco. El director Marc Webb reveló en diversas entrevistas que 500 días con ella está inspirada en un desamor de su pasado. Incluso si se presta atención al comienzo de la película se puede ver un disclaimer que reza algo como “Cualquier parecido con alguna persona o situación real es pura coincidencia, especialmente vos Jenny Beckman. Perra”. Esas líneas evidencian el tono de lo que va a venir. La película está armada a propósito desde el punto de vista del despecho. El director no quiere que entendamos a Summer, no porque debamos odiarla o porque el personaje esté escrito como una villana, sino porque eso es lo que sentimos cuando nos rompen el corazón. Tom es un narrador no confiable porque no hay manera de que sea imparcial con los hechos que cuenta, está cegado por su enojo, por su frustración, por su angustia, y porque su ideal del amor para siempre y de la mujer que tenía al lado resultaron ser erróneos.
La idea del amor perfecto es algo que está muy presente en esta historia. Hacia el final de la cinta hay una especie de apartado en el cual Tom y sus amigos son “entrevistados” por este narrador en off y uno de ellos dice sobre su relación actual: “Mi mujer ideal sería mucho más voluptuosa, tal vez le gustarían un poco más los deportes. Pero Robin es mucho mejor que mi mujer ideal, ella es real”. Tom no ve a Summer como una persona real, sino como la idea que él se hizo de lo que debería ser una historia de amor para toda la vida. El primer día que se cruza con ella en la oficina decide, así sin más, que ella es la mujer para él. Después de varias interacciones en las cuales Summer no muestra mayor interés con él que una amistad, está completamente obsesionado con conquistarla. La mira todo el tiempo, analiza dónde va y cada cosa que le dice. Incluso su hermana, que actúa como una especie de voz de la razón, le insiste con que hace falta más que tener los mismos gustos para ser almas gemelas. La hermana de Tom es uno de los personajes más interesantes de la película, aunque en lo personal hubiera preferido que ese personaje lo encarne una persona de la edad de él (sea hermana o amiga) y no una infante Chloë Moretz con actitudes y razonamientos de adulto, pero eso no tiene que ver con este análisis. El problema fundamental de nuestro protagonista es que no escucha. No escucha a sus amigos cuando le piden que no piense demasiado las cosas e invite a salir a Summer, no escucha a su hermana cuando le dice que no se precipite, y tampoco escucha a Summer. Cuando ella le cuenta que no cree en el amor, él trata de convencerla de lo contrario. Cuando ella le dice que no quiere nada serio, él le dice que no hay problema, en dos instancias, sin expresar claramente que no está de acuerdo con eso. Incluso cuando ella le cuenta un sueño que jamás le dijo a nadie, algo muy profundo, que revela lo sola y angustiada que se siente a veces, él está pensando en que si ella está eligiendo confiar en él de esta manera, debe ser porque él es especial y no cualquiera. Todo es sobre él y sobre su idealización del romance. Cuando por fin la relación se termina, lo primero que dice es que Summer lo dejó de sorpresa, y es solo cuando la hermana (de nuevo) le pide que trate de recordar las cosas malas y no solo la idea que se hizo de lo que pasó que descubre esos pequeños momentos en los que la mujer que en teoría amaba le expresó que estaba incómoda. Después de meses de terminado todo, en la secuencia de “expectativa vs. realidad” (que es para mí la joya de la película), Tom está tan encerrado en su ilusión de lo que va a pasar que le cuesta toda la fiesta darse cuenta de que Summer está usando un anillo de compromiso con un diamante del tamaño de una pera. Ya Platón en Grecia hablaba del amor idealizado (o platónico), algo tan bello, puro y perfecto que era siempre inalcanzable. Tom está encerrado en su idea de amor platónico, tanto que no puede ver que se le escapa de las manos, ni aun cuando se lo avisan una y otra vez.
¿Pero qué pasa con Summer? Para meterse con su personaje primero hay que definir otro arquetipo clave: la manic pixie dream girl. La MPDG es un término acuñado por el crítico Nathan Rabin (y yo se lo voy a robar, porque me gusta muchísimo) para describir un arquetipo narrativo específico de mujer como «una criatura cinematográfica burbujeante y superficial que sólo existe en la febril imaginación de escritores-directores sensibles para enseñar a las jóvenes almas depresivas a abrazar la vida y sus infinitos misterios y aventuras. Ayudan a sus hombres sin perseguir su propia felicidad, y estos personajes nunca crecen, así que sus hombres nunca crecen”. Las MPDG se encuentran en todo tipo de producciones, el cine, las series, los libros. Tom está perdido, sin propósito, trabajando en algo que no lo completa y con un sueño de ser arquitecto, que ve imposible de cumplir, hasta que aparece Summer. Ella lo saca de su zona de confort, lo incentiva a seguir sus pasiones, lo hace correr por un Ikea haciendo papelones y gritar “pene” en un parque en medio de Los Ángeles. Summer calza perfecto en la definición de manic pixie dream girl. Lo novedoso es que no se comporta como tal. A diferencia de las MPDG de las que no sabemos prácticamente nada y solo sirven como interés romántico de su costar masculino, Summer tiene sus propios problemas. Desde el principio de la película la audiencia sabe que el divorcio de sus papás tuvo un gran efecto en ella, tanto que la llevó a descreer en el amor y a una gran deficiencia para expresar sus emociones claramente y para comunicarse con ellas. Quiere atención, quiere ser adorada, pero le tiene terror a la intimidad que eso conlleva. Sabe decir lo que quiere y lo que no quiere, pero por mucho que quiere distanciarse de la gente tiene miedo a sentirse completamente sola. La vemos evolucionar de una MPDG a una mujer real, compleja, y al crecer obliga a su contraparte a hacer lo mismo. Así como le pasa a Tom, la película arma ciertas expectativas para Summer y después les da vuelta, las destruye. ¿Qué pasa cuando el principal interés romántico no se enamora del protagonista? ¿Cómo seguimos? Siguiendo, como siempre en la vida.
Existen ciertas instancias en la película que, creo, son las que más controversia ocasionan, y las que aún hoy utilizan los “detractores” de Summer para criticarla. Las reduzco a tres: el incidente del bar, el casamiento, la fiesta en el balcón. En todas estas hay ciertos enfrentamientos en los que Summer simplemente se calla las cosas y parece darle la razón a Tom e “ilusionarlo”. Va a buscarlo después de que él finalmente le dice que quiere que sean pareja formal (aunque ella le sigue aclarando que no quiere), baila y le coquetea en un casamiento después de que terminaron y cuando ella ya está en pareja con otra persona, y lo invita a su fiesta de compromiso sin decirle que es justamente eso, su fiesta de compromiso. En todas estas situaciones, Summer también peca de egoísta. A pesar de saber que ya no quiere nada, o que no quiere lo mismo que Tom, prioriza su necesidad de estar acompañada a los sentimientos de él. Lo que ella interpreta como una nueva oportunidad para ser amigos, él lo hace como una chance para volver a estar juntos y ninguno de los dos se fija siquiera en lo que el otro tiene para expresar. Summer y Tom son dos personas que se malentienden, una y otra vez, por falta de comunicación y escucha.
En 500 días con ella, como en la vida, la realidad está en un punto intermedio de ambas partes de la historia. Tal vez sería positiva alguna otra versión de la película desde el punto de vista de Summer para comprenderla mejor. Las relaciones son difíciles porque uno tiene que lidiar consigo mismo y con el equipaje del otro. A veces eso se vuelve muy pesado y resulta en algo tóxico y negativo. Al final de todo, cuando Tom se anima a preguntarle por qué eligió a otro y no a él, Summer le responde “porque un día me levanté y supe lo que nunca estuve segura mientras estaba con vos”. El amor existe, pero no es ideal, y siempre se crece y se aprende de toda la gente que nos cruzamos en la vida. Pero a veces la magia no está y hay que intentarlo una y otra vez. Eso es lo que yo me llevo de esta película, que no es culpa de ninguno que las cosas no funcionaran, solo no funcionan, y en ese caso hay que volver a levantarse y dejar ir, porque no hay que conformarse con nada menos que magia.