El cine que me asusta

En esta nota no voy a hablar de una película o un género en particular, sino de un fenómeno que, desde hace unos años a esta época, viene dándose cada vez con más frecuencia y abarca todos los géneros cinematográficos. Conversando con un amigo surgió la pregunta ¿qué es el cine?, cuestión que viene planteándose, supongo, desde los primeros experimentos con la imagen en movimiento de Eadweard Muybridge. Tampoco pretendo dar una respuesta, porque la concepción del cine varía para cada uno de nosotros. El cine es imagen en movimiento, pero por momentos puede ser estática; es sonido diegético (propio de la imagen que estamos viendo), pero también extradiegético (la música incidental), incluso es silencio; el cine es arte, pero también es industria; es entretenimiento, pero también reflexión, pensamiento y contemplación. Llegados a este momento surge otra verdad mucho más subjetiva que todo lo anterior: el cine puede ser bueno y puede ser malo; pero lo que definitivamente no debería ser es mediocre. Y esto es lo que verdaderamente me asusta. Somos protagonistas de una época en la que lo audiovisual abarca el 90% de nuestras vidas, llega a cada minuto por medio de esos aparatitos llamados celulares, todos y todas tenemos uno, hasta es probable que estés leyendo esta nota desde uno de ellos. Somos invadidos por memes, creepypastas, tik toks, shorts de YouTube, resúmenes de noticias; enormes cantidades de videos pequeños, aptos para la vida apurada que tenemos, pero faltos de todo contenido profundo. Datos, datos y más datos, cosas que se nos presentan como si fuesen verdades absolutas que tenemos que aceptar sin cuestionar, que nos evitan la incomodidad de pensar, de reflexionar, de sacar nuestras propias conclusiones. El cine, como producto cultural de cada época, no es ajeno a todo esto, y gran cantidad de películas hacen acopio de este tipo de narrativa superficial e insulsa, generando de esta manera un cine mediocre.

Pero ¿qué significa ser mediocre?

Si buscamos en el diccionario encontramos que quiere decir “de poco mérito, tirando a malo”; y ahí están la clave y la trampa al mismo tiempo. No es malo del todo, tiende a serlo. El cine mediocre es camaleónico, se disfraza de arte y nos engaña haciéndonos creer que estamos viendo algo de calidad, cuando en realidad no resiste el menor análisis.

¿Cómo reconocemos una película mediocre?

Es bastante difícil puesto que, mientras que el cine malo es honesto, ya desde el afiche publicitario nos damos cuenta de que vamos a presenciar algo de baja calidad; el cine mediocre viene apuntalado por una maquinaria que realiza una estafa sutil, en Argentina diríamos: “nos hace el cuento del tío”. Este tipo de películas, la mayoría de las veces, han sido producidas por grandes estudios que, con la intención de recuperar la inversión realizada, invierten fuertes cantidades de dinero en publicidades llamativas y originales; también pueden ser protagonizadas por grandes estrellas, aunque no sea una constante; muestran imágenes impactantes, de fotografía excelente, incluso se toman el atrevimiento de dejar la cámara fija en imponentes planos para dar una sensación contemplativa; en cuanto a su argumento, pueden llegar a adaptar obras cumbre de la literatura universal, pero sólo se quedan con la línea superficial, sin intentar profundizar en los conceptos propuestos por los autores. Pero la peor característica de este tipo de filmes es que tratan por todos los medios de evitar que el espectador realice un ejercicio de análisis; el objetivo es que, en cuanto lleguen los créditos finales, quedemos con la sensación de haber visto algo bueno, sin intentar reflexionar por qué lo fue. Para lograr esto último se aprovechan de la maquinaria crítica; se pagan notas a conocidos periodistas del espectáculo para que nos hagan creer que vamos a presenciar una obra maestra de tal o cual género; entonces, si un renombrado personaje de la cultura popular afirma que esta película es buena, ¿quién soy yo para decir lo contrario? Se construye así la ilusión de la revelación última que dará significado a esa pregunta que originó esta nota: ¿Qué es el cine?

¿Qué debemos hacer entonces?

Como les digo a mis alumnos cada vez que analizamos una obra literaria: “Siempre podemos ir más allá”. Debemos hacer girar los engranajes que tenemos en la cabeza, cosa que cuesta cada vez más, por el bombardeo constante de productos que intentan hacer que lo evitemos. Busquemos la profundidad temática, pensemos si detrás de lo narrado no se encuentran clichés realizados hasta el hartazgo en cientos de producciones anteriores; las imágenes deberían poder contar algo por sí mismas, incluyendo el sonido diegético, pensemos si el efecto emotivo que ha logrado con el apoyo de la música sería el mismo si no la tuviese. Si la respuesta a todo lo anterior es no, si cuando buceamos un poco en el significado de la trama nos golpeamos en seguida con el fondo, entonces debemos prender los radares.

¿Está mal que me guste el cine mediocre?

Cuando era niño mi abuela me decía: “Sobre gustos no hay nada escrito”, mientras tomaba un huevo de gallina de la heladera y se lo comía crudo. Cada uno sabe lo que le gusta, muchas veces buscamos sólo el entretenimiento, sacarnos de encima los problemas diarios y refugiarnos un poco en la ficción llana. Particularmente prefiero ver una película mala a una mediocre, no me gusta que me estafen y, en realidad, lo que me asusta no es la película en sí misma, es que se intente suprimir nuestra capacidad de razonamiento. Cuestionemos, hagámoslo con todo en todo momento, incluso con esta nota, no tenés por qué estar de acuerdo conmigo, mi intención es generar la incomodidad suficiente para que pienses, reflexiones y no tomes lo que te presento como verdad absoluta, indagá, profundizá y cuestioná.

Me despido con una frase de Aristóteles que enseño siempre a mis alumnos: “El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”.