Resistencia: previsible pero efectiva

Introducción

Resistencia nos sitúa en un ¿distópico? 2065, donde el avance de la inteligencia artificial la hace una parte fundamental de la vida del ser humano, en una coexistencia casi simbionte. Hay androides y robots en los trabajos de construcción, limpieza, cuidando a lxs niñxs, atendiendo locales, y claro, en los frentes de guerra y en la policía. Pero esa convivencia productiva cambia cuando un ataque nuclear hace desaparecer la ciudad de Los Ángeles. El gobierno de Occidente (Estados Unidos) señala a las IA como responsables del fatal ataque y declara la guerra a los androides sintientes. Los robots con inteligencia artificial son cobijados en un lugar llamado “Nueva Asia”, donde siguen viviendo en paz y armonía con los humanos mientras mantienen una guerra con Occidente, un conflicto bélico que cambió a partir de la construcción por parte de Occidente de NOMAD, un arma letal y satelital que puede destruir cualquier objetivo y lugar.

Joshua (John David Washington) es un militar estadounidense que se infiltra en las fuerzas rebeldes, que mancomuna personas con androides de inteligencia artificial, con la misión de encontrar a Nirmata, líder y creador de las IA. En el ínterin se enamora de Maya (Gemma Chan), quien, estando embarazada, muere en un ataque de NOMAD.

Devastado, Joshua se aleja de la vida militar por un tiempo, pero es reclutado por la coronel Howell (Allison Janney), con la excusa de que encontraron la ubicación de Nirmata, en una instalación que él conoce a la perfección. De esta forma, con el incentivo de eliminar la última arma creada que amenaza con acabar la humanidad, pero, por sobre todas las cosas, con ciertas pruebas de que Maya estaría con vida, el protagonista se embarca en la misión.

Sin embargo, todo cambiará cuando descubra que el arma en cuestión es una niña IA de 6 años a la que llamará Alphie (Madeleine Yuna Voyles), y a la que deberá proteger para saber qué pasó con su amada Maya.

Previsible, bonita y efectiva

El film está dirigido y escrito por Gareth Edwards, quien se destacó con la muy recomendable Monsters (2010), una road movie con una tierra invadida por alienígenas y que le abrió las puertas para dirigir los tanques Godzilla (2014) y Rogue One: Una historia de Star Wars (2016), para mí, la mejor película de la era Disney como dueña de la galaxia muy muy lejana.

El relato es previsible, estructurado con el viaje del héroe: cuando Joshua se lanza a la aventura, su concepto y sentimientos respecto a la IA y Alphie lo van a cambiar. Es obvio, como también lo es el final, los verdaderos culpables del ataque nuclear y el estado de Maya, pero, el recorrido es muy efectivo. Principalmente porque tiene cinco elementos que desde mi punto de vista la hacen funcionar muy bien, y hacen efectivo la simpleza del guion.

El primero es el gran descubrimiento de Madeleine Yuna Voyles interpretando a Alphie. Actriz y personaje dotan de sentimientos el relato. La niña-androide es el pináculo de la evolución tecnológica del enigmático Nirmata. En un mundo donde las inteligencias artificiales son cada vez más humanas, incluso, más humanas que el propio ser humano, Alphie tiene el poder de controlar cualquier tipo de tecnología, pero también, es la prueba de que las IA pueden llegar a reproducirse. Una doble amenaza para la humanidad, que las fuerzas de Occidente querrán eliminar. No importa que sea tan solo una niña de 6 años.

El segundo elemento es Allison Janney como la coronel Howell. Una película es tan buena como lo es su villano, y la elección de tremenda actriz da un aliciente a un personaje limitado y arquetípico. Howell representa las fuerzas de Estados Unidos y su posición de ser el sheriff del mundo en nombre de la democracia y la libertad, por más que haya daños colaterales, léase, muerte de inocentes civiles. El bien común es el que dicta sus intereses.

Tercero, hay que marcar que a partir del encuentro entre Joshua y Alphie, el relato se vuelve una road movie donde nuestros protagonistas huyen de sus perseguidores una y otra vez. Y esto nos deja maravillar con el gran despliegue visual y diseño de producción de este mundo creado en Resistencia y cómo conviven las IA con los seres humanos en el ficticio país Nueva Asia (es decir, el sudeste asiático, principalmente, Tailandia). La locación amalgama la tecnología con lo suburbano, algo que recuerda a Sector 9 (Neill Blomkamp, 2009), y algo para destacar es la belleza de esos exteriores, paisajes que pueden quedar como postales. Y es que Edwards se privó del abuso de pantalla verde y CGI, prefirió salir y filmar en locaciones reales con una Sony FX3, una cámara más habitual para la fotografía. El director buscó una mayor profundidad de esos paisajes para después insertar las IA, se puso mucho esmero en este apartado. De hecho, eligió una relación de aspecto ultra angular como la 2,76:1, habitual en el Hollywood clásico.

Esto me lleva al cuarto elemento, y es la eficacia técnica. La película se destaca desde lo visual, a través de su diseño de producción, los efectos especiales y, desde lo sonoro, a partir del trabajo de la ambientación y la mezcla de sonido. Por algo, las únicas nominaciones que recibió para los Óscar fueron en las categorías de mejor sonido y mejores efectos especiales. El equipo a cargo del sonido creó algo muy distintivo con NOMAD, la superarma de las fuerzas aliadas. Con los parlantes a tope, el ruido que genera NOMAD al acercarse al objetivo, marcar las víctimas y lanzar sus bombas, transmite a la perfección la sensación de peligro inminente y el poderío de Occidente.

Por último, tenemos la utilización de clichés y de “homenajes” de varias películas de ciencia ficción. Todos estos puntos coinciden para que el film sea llevadero, y aunque resulte previsible, sea muy entretenido.

De esa agua he de beber

Volviendo a lo anterior y las diversas influencias que tuvo Edwards, podemos citar unas cuantas. Y quizás, se me escapen muchas otras.

Para empezar, ya en el inicio escuchamos la frase “más humano, que humano”. Si les suena, es parecido (“más humanos que los humanos”) al lema de la Corporación Tyrell, creadora de los replicantes Nexus 6 de Blade Runner (Ridley Scott, 1982), lo que marcará desde un principio el dilema moral respecto a la inteligencia artificial.

La evolución tecnológica se desarrolló tanto que aquello que en un principio fue una herramienta para ayudar y servir al ser humano terminó por tener sentimientos y emociones. Los robots con IA ejercen labores junto a personas, se enamoran, entre ellos y de los humanos, el mundo soñado para Theodore Twombly de Her (Spike Jonze, 2013). Las sensaciones que transmite el relato de la película abordan un ser humano que, ante su propia evolución, perdió los rasgos emocionales que lo diferenciaron de los animales. Por ejemplo, los soldados al matar se repiten una y otra vez “solo es un programa”. En una escena, un robot cuya función es correr tras las líneas enemigas y explotar –es decir, fue diseñado para “suicidarse”–, antes de salir a cumplir su función se dirige a la coronel Howell y le dice “fue un honor servir con usted”. La mujer ni se inmuta. Solo ve un objeto, una herramienta. Los verdaderos lazos de camaradería, fraternidad y amor se ven en los androides con IA, en cambio, el humano, por lo menos el humano de Occidente, está deshumanizado.

Dilema moral que se retoma de otras obras como la citada Blade Runner o I.A. Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001), ¿hasta qué punto esos artefactos se convierten en una nueva especie?, ¿hay peligro de ser desplazados? Y esta última pregunta es con la que se movilizan en el relato las fuerzas de Occidente. Si lo vemos desde esta óptica, se nota la influencia de Terminator 2: El juicio final (James Cameron, 1991) y la encarnizada guerra de Skynet hacia la humanidad.

Por último, y quizás la mayor influencia de la que bebió Gareth Edwards para escribir el guion, encontramos la postura de los Estados Unidos después del ataque terrorista a las Torres Gemelas, el llamado 11-S que dio carta libre al poder militar estadounidense para invadir donde crea que exista una amenaza para el mundo “civilizado”.

Conclusión

En Resistencia van a encontrar cosas que ya vieron en otras películas, pero tiene sus herramientas para tenernos durante dos horas pegados al asiento con mucha atención. El dilema moral sobre hasta qué punto la humanidad quiere convertirse en Dios y crear nueva vida, una nueva vida que quizás nos termine desplazando o reemplazando, está servido para abrir el debate con lxs amigxs después de ver el film.

Si bien el final parece cerrado, podría aventurarse una continuación. Por lo menos, es un mundo del que a mí me interesaría conocer más, porque más allá de lo previsible de su trama, Resistencia es muy efectiva y disfrutable.