Los ilusos #56: ¿Viva la libertad, carajo?

Buenas, ¿cómo están? Espero que muy bien. O sea, digamos, a ver, lo mejor que se pueda estar en este capítulo de ficción que nos toca vivir y que se parece más a un sketch de El cuento de la criada para Saturday Night Live o a un guion de Armando Ianucci que a la verdadera tragedia que se avecina. Porque, claro, por supuesto, todas esas cosas serían más graciosas que esto que estamos viviendo. La realidad siempre es más compleja y difícil de definir.

Nadie que diga que sabía exactamente lo que iba a pasar con el resultado de las PASO y las elecciones generales dice la verdad. El resultado sorprendió a todo el mundo, salvo a alguien: a la propia Libertad Avanza que desde hace un año vaticinaban lo que iba a ocurrir.

En mi caso particular, en marzo de este año creía que algo así podía pasar. En los últimos meses, creí -con cierta moderación- que era cierto que Javier Milei se había pinchado entre el electorado. Mi vaticinio interno estaba entre los 19 y 22 puntos. En mi mente, el balotaje más probable era con Patricia Bullrich, por lo que descontaba un triunfo de Juntos por el Cambio.

El resultado electoral refleja que los números que se imaginaban a nivel nacional son los que sacó El peluca en la Provincia de Buenos Aires y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esto indica, para mí, el elemento de análisis más importante para tratar de entender qué pasó: el apagón y escarnio mediático del candidato liberal previo a las PASO surtió cierto efecto donde la opinión concentrada de los medios de comunicación tradicionales puede afectar: el AMBA. Pero no hizo mella al interior del resto de las provincias, donde al final la cara de Milei en la boleta sí era un elemento dirimente para el electorado.

Si esto fue así, la decisión de la mayoría de los gobernadores de desdoblar las elecciones fue la más acertada para evitar el cataclismo: un candidato a gobernador de Milei, gracias al factor de arrastre y un corte de boleta marginal, podría haber ganado elecciones en Tucumán, Tierra del Fuego, Salta, Jujuy, Chubut o Mendoza, solo por poner algunos ejemplos.

El resultado de las elecciones generales también fue sorpresivo. Sergio Massa creció en todos los distritos, en especial en la provincia de Buenos Aires y el norte del país. A lo mejor, ponerle candidatos a LLA en muchos municipios y que los gobernadores peronistas le cuiden la elección en los distritos donde ya habían ganado la disputa provincial fue una maniobra un tanto arriesgada.

Lo que ocurrió desde el domingo 22 de octubre hasta el día de hoy es un surmenage al interior de un tobogán emocional difícil de imaginar o de explicar en un país como el nuestro, que parecía tener ciertos anticuerpos para frenar el ingreso de los movimientos globales de alt-right.

Pero bueno, como esto es una columna sobre cine y no otro artículo de análisis político, o sea, digamos, como les decía, lo que me interesa es profundizar en el hecho de que las únicas personas que en verdad dijeron lo que iba a pasar es la propia mesa chica que rodea a Javier Milei. Subestimar esto, dado lo que pasó, fue un error y seguirá siéndolo. Por eso, me parece importante traer a la mesa ciertas “películas” o piezas audiovisuales que son relevantes para comprender el prisma desde el que se construye esta revolución libertaria y que permiten entender su contexto global y regional.

Las nuevas derechas a nivel global y su armador: Steve Bannon

Para entender el fenómeno local es importante tener en mente que Milei no es algo que se haya inventado en Argentina. La existencia de su figura, más allá de sus propias particularidades, se inserta dentro una ola de movimientos de derecha reaccionarios al statu quo que tienen como eje central la idea de que el Estado actual tal como lo conocemos no le brinda respuestas a la mayoría de la población y que, en cambio, se ha concentrado en una agenda de minorías que le impiden pensar en soluciones generales que le mejoren la vida a la sociedad en su conjunto.

Esta respuesta reaccionaria va de la mano con ciertas políticas proteccionistas que los Estados occidentales fueron tomando para paliar los efectos de las crisis económicas más fuertes de los últimos años. En Estados Unidos, por ejemplo, uno de los ejes estuvo puesto en el famoso plan Obamacare y otras medidas que se adoptaron luego del crash económico de 2008. En Europa, medidas similares se implementaron en España y Francia.

Más allá de las particularidades de cada caso, la mayoría de estas políticas implicaron una ampliación de la intervención del Estado en la actividad económica. Ya sea para salvar a los bancos, a los depósitos de los ciudadanos o para evitar la profundización de los efectos de la crisis, la salida del crash implicó un aumento del gasto público y una mayor presencia del Estado en la vida de los ciudadanos. Estas medidas se concentraron en su mayoría en los sectores más bajos de las sociedades y dejaron afuera a muchos sectores medios que se vieron afectados en menor medida por la crisis y que no recibieron ninguna atención por parte del gobierno. He aquí la génesis del caldo de cultivo.

Este descontento empezó a ser canalizado en medios y publicaciones, en especial en internet. Una figura clave para entender esto es Steve Bannon.

Bannon es, por sobre todas las cosas, un empresario. Estudió negocios en Harvard y terminó trabajando en Goldman Sachs, uno de los grupos de inversión más grande del mundo que, o casualidad, evitó la bancarrota en 2008 gracias a la protección de la Reserva Federal de los Estados Unidos.

Después de salir de su actividad bancaria, Bannon concentró su trabajo en medios de comunicación. Fue productor de cine y tv y presentador radial. Luego de la crisis del 2008 se focalizó en la realización de documentales y producciones que cuestionaban al partido demócrata y que tenían un tinte libertario y nacionalista.

En 2012 Bannon asumió la dirección del sitio web de ultraderecha más importante de Estados Unidos, Breitbart News. Breitbart era un pasquín que se dedicaba a difundir noticias falsas y a apoyar periodistas con visiones de extrema derecha y posturas misóginas, xenófobas y racistas. Desde allí se difundieron teorías conspirativas vinculadas por ejemplo a la salud de Hillary Clinton o a un presunto nexo de Obama con el Isis y la protección del terrorismo internacional.

El trabajo de Bannon en Breitbart fue clave durante la campaña política que terminó con la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos en 2016. Tal es así que, durante los primeros siete meses de la presidencia de Trump, el publicista fue consejero presidencial y jefe de comunicación.

La cosa se pone interesante en agosto de 2017 cuando Bannon es despedido de su puesto por presiones de todo el arco político norteamericano, debido a sus opiniones violentas y sus lazos probados de activismo directo y financiamiento a ciertos movimientos supremacistas blancos. “Fuera” ya del esquema nacional, Bannon decide exportar su conocimiento acumulado y comienza a generar un movimiento de derecha unificado en otros países de occidente. Así, empieza a comercializar sus saberes adquiridos asesorando a otros políticos de ultraderecha que se vieron inspirados con la llegada de Donald Trump al poder.

De esta forma el publicista comienza a trabajar con Matteo Salvini en Italia, Marine Le Pen en Francia y Viktor Orbán en Hungría, entre otros. Esta expansión internacional de la nueva derecha concluyó en la creación de El movimiento (The Movement), una liga internacional de ultraderecha con sede en Bruselas. La expansión de este movimiento se trasladó a España de la mano de VOX y a América Latina con la llegada a la presidencia en 2019 de Jair Bolsonaro en Brasil y el apoyo de expresidentes como Álvaro Uribe de Colombia. Desde allí se potenciaron en los últimos años a las dos principales figuras locales con posibilidades serias de aspirar acceder al poder: Javier Milei en Argentina y José Antonio Kast en Chile.

Hay dos películas esenciales que narran y permiten comprender a la figura de Bannon y su recorrido durante estos años: American Dharma (2018), de Errol Morris y The Brink (2019), de Alison Klayman.

Si algo caracteriza a estos movimientos es que no suelen tener miedo de decir lo que piensan. Al contrario, una de las críticas que le hacen al movimiento de derecha tradicional o a la centroderecha es que se suavizaron en su afán de hacer más atractivas sus propuestas. Uno de los ejes culturales que propone este nuevo movimiento es que hay que decir las cosas como son, sin miedo a ahuyentar a nadie. Esa es su famosa rebeldía. No temen en acusar a los homosexuales de enfermos o en hacer comentarios antisemitas o racistas. Lo piensan y lo dicen. Por eso Bannon no tiene pruritos en dejarse filmar y seguir en su vida cotidiana y sus viajes, y eso es lo que muestra la película de Alison Klayman, que tiene como eje señalar la misión internacionalista que asumió el empresario una vez fuera de la administración Trump. Por su lado, la película de Errol Morris es una confrontación directa entre ambos personajes. A diferencia de lo que hizo con otros casos, acá el documentalista se sienta en la propia mesa con Bannon y le discute mano a mano. Las conclusiones del encuentro son contundentes.

Las redes sociales: 4chan, Q-Anon y el Pizzagate

Si algo comprendió y logró transmitir y esparcir en el mundo Bannon es que el mejor lugar para difundir las ideas de esta derecha radicalizada es internet. A diferencia de los medios tradicionales, internet y las redes sociales no pueden ser controladas por los Estados democráticos. Incluso en los países con gobiernos totalitarios como Rusia o China, el control de las redes nunca es total y absoluto.

De esta manera, todo discurso, por más inmoral y violento que pueda ser, tiene un vehículo para ser expresado y evitar la censura institucional. Aquello que un canal de noticias no pondría al aire, ya no por una imposición de un gobierno sino por un propio autocontrol editorial, en la web tiene vía libre. De esta forma toda una serie de discursos violentos, misóginos y xenófobos encontraron su cauce en los submundos de la internet.

4chan fue quizá la máxima expresión de esto: Un foro donde los usuarios postean imágenes cuya supervivencia en la página depende de los comentarios que cosechen. De esta forma, mientras más exitoso sea el posteo, mayor tiempo de muestreo tiene en la página. Esa propia dinámica de funcionamiento generó que muchos usuarios postearan en subforos imágenes terribles, por el solo hecho de conseguir comentarios. Así se generó una cultura de cuanto más horrible mejor.

A través de 4chan y otros sitios como Reddit se generaron teorías conspirativas como el Pizzagate. Iniciada en 2016, esta conspiración sostenía que una pizzería llamada Comet Ping Pong, ubicada en Washington DC, era el epicentro de la esclavitud sexual y el tráfico de niños que perpetraba el partido demócrata. Según esta teoría, en el subsuelo del local había celdas donde se ocultaban a los menores secuestrados. Estos menores luego eran dados a miembros del partido demócrata y a celebridades asociadas a este partido para que los abusaran sexualmente.

A raíz de esta noticia falsa, los empleados del local comenzaron a ser hostigados y violentados. El clímax ocurrió el 4 de diciembre de 2016, cuando Edgar Maddison Welch, un hombre de 28 años de Carolina del Norte, entendió que tenía que hacer algo, viajó hasta la pizzería y entró con un rifle de asalto a liberar a los niños secuestrados. Por supuesto, para su sorpresa, no encontró nada.

El Pizzagate es uno de los antecedentes directos a Q-Anon, la teoría conspirativa por excelencia de la alt-right global. Q es un usuario anónimo de 4chan (de ahí Q-anon) que en octubre de 2017 publicó un hilo en el foro que se llamaba “la calma antes de la tormenta”. Según este usuario existía una red oculta inmensa de pedófilos que sería desmantelada de forma inminente por el presidente Trump. Entre los pedófilos había políticos del Partido Demócrata y celebridades asociadas a ese sector.

La importancia de la teoría Q-Anon consistía en la necesidad de apoyar a Trump, incluso a la fuerza, porque enfrente de él había todo un establishment de violadores que quería voltearlo del poder para preservar sus crímenes. A su vez, en sus discursos, Trump habría dado ciertos “guiños” que fueron interpretados por los seguidores de la teoría como señales de que su líder estaba llevando a cabo la misión enunciada por Q. Gran parte de los acólitos de esta conspiración fueron los que protagonizaron la toma del Capitolio en enero de 2021.

Para entender más sobre esto hay tres documentales y dos películas de ficción que valen la pena ver.

After Truth: Disinformation and the Cost of Fake News (2020) es un documental de Andrew Rossi que toma como eje la difusión de noticias falsas y la construcción de la posverdad. No es una maravilla, pero retrata entre sus partes todo el fenómeno del Pizzagate de una forma muy esquemática y comprensible.

Q: Into the Storm (2021) es una serie documental de 6 episodios dirigida por Cullen Hoback que se adentra no solo en Q-Anon sino también en las personas que estuvieron detrás de la teoría. Así, la serie tiene como protagonistas al dueño del sitio 8chan -una versión más radicalizada y “sin ninguna regulación” de 4chan– Jim Watkins, su hijo Ron Watkins y el creador original de la página, Frederick Brennan.

Según la investigación, cualquiera de estas tres personas podría ser Q, o, en su defecto, trabajar para él. La serie también desliza el rol clave que habría tenido Steve Bannon en esparcir la teoría y darle notoriedad.

For Hours at the Capitol (2021) es un documental de Jamie Roberts que acompaña y sigue todo lo que fue el asalto al Capitolio para evitar la asunción de Joe Biden como presidente. La película muestra en primera persona como todas estas teorías conspirativas sirvieron como caldo de cultivo para generar la idea de que Trump perdió las elecciones en forma fraudulenta y que entonces el pueblo debía sublevarse para evitar la caída del gobierno.

Finalmente, las dos ficciones son Hater (2020), de Jan Komasa y Sound of Freedom (2023), de Alejandro Monteverde.

Sobre Hater ya hablamos y escribimos mucho en esta revista en su momento. Es un thriller político muy claro en el que se aborda cómo las empresas de marketing digital instalan noticias falsas y que promueven el odio en la sociedad. Además, también muestra con mucha verosimilitud como estos discursos violentos se expanden por las redes sociales e internet y las consecuencias directas que pueden tener cuando se cristalizan en atentados y crímenes de odio.

Sound of Freedom por su lado es un caso mucho más particular. Para empezar, podría decirse que es la primera ficción cuya trama está relacionada de forma directa con la teoría Q-Anon, de hecho, su protagonista, Jim Caviezel, es un creyente leal y militante de la conspiración.

La trama está “inspirada” en el caso “real” de Tim Ballard, un militar que renunció al Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos en 2013 y que fundó la agrupación Operation Underground Railroad con el objetivo de desbaratar redes de tráfico y abuso sexual de menores.

La campaña de prensa alrededor de la película es mucho más interesante que el film en sí mismo. Al estrenarse, sus productores quisieron instalar la idea de que la película estaba siendo objeto de censura ya que ninguna distribuidora importante quiso tomarla. A su vez, el presunto éxito comercial de la obra alrededor del mundo también fue algo que despertó controversia cuando se pudo comprobar que en muchas funciones las entradas para ver la película estaban agotadas, pero luego las salas estaban vacías. Detrás de todo esto se ha mencionado la posible injerencia de un nombre bastante recurrente en este artículo, sí, adivinaron: Steve Bannon.

En lo que respecta a la Argentina, además de su estreno comercial, la película tuvo una proyección especial en el país que contó con la presencia invitada de Javier Milei y Victoria Villarruel. Tanto su director como los productores han hecho hincapié varias veces en que su película no tiene ningún nexo con el movimiento alt-right y con la teoría Q-Anon, pero bueno, está un poco difícil no pensar lo contrario.

Ahora sí, Argentina

Entrando ya en el quid de la cuestión, sin tratar de hacer una genealogía de la vida de Javier Milei, quizá sería prudente ubicar su crecimiento mediático y popularidad hacia mediados del gobierno de Mauricio Macri. Según sugieren algunas fuentes, Milei cobró notoriedad en los medios de la mano del impulso de quien por aquel entonces era su empleador: Eduardo Eurnekian. El empresario, en conflicto con Mauricio Macri, le habría propuesto al economista y a su amigo Diego Giacomini que irrumpieran en los canales de televisión y medios afines con el objetivo de criticar la política económica del gobierno de Cambiemos.

El antecedente al salto a la política “clásica” del liberal libertario habría venido de la mano de José Luis Espert, quien en 2019 se presentó a las elecciones presidenciales con el partido liberal “Frente Despertar”, donde Eurnekian habría participado del financiamiento de la campaña. En septiembre de 2020 Milei se unió de manera fugaz a ese espacio.

La llegada de la pandemia lo cambió todo y amplió la popularidad de Milei. Apoyado en todas las teorías conspirativas de control “global” que sostenían que la pandemia en realidad era una excusa para generar un avance de los Estados sobre las libertades de los individuos, el economista amplió la base de su público, que ya en ese entonces ya era muy cuantiosa, y que se había construido gracias a su participación en la televisión, obras de teatro y conferencias a lo largo del país.

La primera “película” que muestra este quiebre es Pandenomics, un mediometraje realizado por Santiago Oría, que está basado en el libro que Milei publicó en tiempo récord con la llegada de la pandemia del Covid-19 y del que recibió sendas denuncias de plagio.

Oría es egresado de la FUC y es el “cineasta” de Milei. Cubrió sus dos campañas políticas y realizó además la segunda película del liberal libertario, “Javier Milei: La revolución liberal” (2023), que también sirvió como estrategia para acompañar el lanzamiento su último libro, “El camino del libertario”.

Pandenomics está estructurada en tres ejes: La cuarentena cavernícola, la megacrisis económica y la batalla cultural. Según la película, en Argentina el gobierno manejó muy mal la cuarentena y no capitalizó la experiencia de los países a los cuales el Covid-19 llegó primero. A su vez, el encierro masivo, que podría ser necesario en un primer momento, se convirtió luego en una herramienta que permitió hacer realidad el sueño humedo de cualquier gobierno de izquierda: el control total de la sociedad. Así, Milei entiende que la cuarentena terminó siendo una excusa para que el Estado avance sobre las libertades individuales de la población. Por último, hacia el final del mediometraje, aparece un elemento que en ese entonces no estaba tan claro dentro del clivaje de Milei, pero que sería fundamental al momento de comprender el armado de su partido político: “la batalla cultural”.

Para entender esto quizá tiene sentido citar otra de las películas que explican el fenómeno “libertario” en el país, que es Querida resistencia (2023), un documental de más de dos horas de duración que sigue la vida y el pensamiento de Agustín Laje. Si Milei es quien trae las ideas económicas al movimiento liberal libertario argentino, Laje junto a Nicolás Marquez son quienes aportan las ideas “políticas” y “sociales” al movimiento. Una suerte de marco teórico que amplía la visión economicista que tiene el partido.

El documental de Laje se ocupa de repasar su obra mientras acompaña al autor en lo que será la presentación de su libro La batalla cultural: Reflexiones críticas para una Nueva Derecha en la feria del libro de Buenos Aires de 2022. Por supuesto, el documental es pésimo. Está mal filmado, es aburrido, y no es más que un esfuerzo impostado para intentar demostrar que Laje es una persona popular, cool y con amigos.

Sin embargo, la película es más que interesante para poder entender la lógica del pensamiento del autor y cómo articula su discurso. Haciendo un resumen superficial, Laje tiene a la noción de marxismo cultural como el eje que estructura su pensamiento. El “marxismo cultural” es una teoría conspirativa que tiene sus orígenes en la década del 90 y que sostiene que la ideología marxista se habría infiltrado en la cultura occidental, en especial a partir de la Escuela de Frankfurt, y que, pese a haber perdido la guerra fría, los valores éticos de la izquierda se habrían impuesto al capitalismo, generando así una suerte de control ideológico del mundo.

“Los progresismos” serían el resultado del triunfo de ese marxismo cultural. Para quienes dan la “batalla cultural”, la izquierda ha logrado imponer dogmas como la existencia del racismo, el estado de bienestar, la opresión de las mujeres, etc. La reversión actual de esta ideología marxista sería “la ideología de género”, que intenta presentar un mundo hostil para las minorías, en especial mujeres y personas LGBTIQ+, que en realidad no existe. Así, lo “políticamente correcto” impediría cuestionar el statu quo y, bajo el eslogan de las ayudas a los sectores postergados, los Estados estarían en realidad controlando y adoctrinando a la sociedad para mantenerlos como mansos corderos.

Por supuesto, se podría responder a lo que propone Laje con muchísimos argumentos o teorías que van desde las propias nociones de hegemonía cultural marxista hasta el aceleracionismo. Allí hay elementos de sobra para explicar que lo Laje quiere presentar como “marxismo cultural” en realidad no es más que el propio capitalismo siendo lo suficientemente versátil como para ampliarse y contener dentro de su espectro a la mayor cantidad de personas y sistemas posibles. Algo que ha hecho a lo largo de su existencia como sistema: adaptarse para sobrevivir.

El punto está, me parece, en que esa institucionalización de ciertas demandas “progresistas”, por ejemplo, muchas de la agenda feminista, en ocasiones se terminan traduciendo en políticas públicas estériles, incapaces de cambiarle la vida de verdad a la gente y ahí es donde se genera el tufillo que hace posible el odio. Un Estado que da soluciones cosméticas a las desigualdades sociales, en detrimento de otros sectores de la población que no reciben esa ayuda del gobierno y que comienzan a pensar que en realidad están siendo dejados de lado en pos de beneficiar a minorías a las que comienzan a detestar por considerarlas privilegiadas. El resultado es que nadie vive mejor, crece el descontento y todo se vuelve más intolerable.

Una vez adentro la noción de “batalla cultural”, la última película para tratar de entender el ascenso y crecimiento de la figura del liberal libertario es “Javier Milei: La revolución liberal”. Acá Santiago Oría hace un repaso por los inicios en política del candidato y por todo lo que fue la campaña electoral de 2021 que catapultó al economista y a su socia Victoria Villarruel a la Cámara de Diputados de la Nación.

La película es pésima en términos audiovisuales, pero vale la pena porque los protagonistas explican con claridad cómo gestaron el fenómeno y cómo lo aprovecharon. Es importante porque se hizo antes de las elecciones primarias de 2023 y allí se anticipó todo lo que iba a ocurrir. La gente detrás de la campaña de Milei sabía a quiénes que estaban llegando, sabían cómo estaban llegando y preveían meses antes que ocurriese su victoria en las PASO. En lo fundamental, el documental logra demostrar cómo la faceta de docente y conferencista de Milei fue clave para expandir su discurso entre los jóvenes. A su vez, la consolidación de un núcleo duro de militantes que de forma desinteresada recortaba sus videos y los difundía en redes sociales generó una amplificación sin límites de su discurso por fuera de lo que los medios tradicionales podrían imaginar. Por último, hay una lógica dogmática, cuasi religiosa en el discurso de La Libertad Avanza que aparece en la película y que también es importante destacar: el convencimiento de que están llevando adelante una misión sagrada por salvar el país. La idea de las fuerzas del cielo, de un llamado a recuperar la patria y de la necesidad de formar parte de un movimiento contrahegemónico único, son todos elementos utilizados hasta el cansancio en la retórica del candidato que calaron hondo en su electorado, sobre todo en varones jóvenes que vieron interrumpida su vida por la pandemia.

¿Y ahora qué pasa?, ¿eh?

Nadie sabe lo que puede ocurrir el domingo. A nivel personal me interesa dejar en claro algo. Las propuestas de Javier Milei existen y su pensamiento fue expresado a lo largo de todos estos años en muchísimos espacios. Su revolución fue televisada. La idea de libertad que pregona incluye la posibilidad de instalar un mercado de órganos, la venta de niños, la privatización del mar y la desregularización para el libre acceso a la portación de armas. En su plataforma electoral se incluye la privatización de la salud y de la educación pública. La pretensa dolarización, que nadie sabe cómo se va a implementar ni cuándo, va desde una libre competencia de monedas hasta el secuestro de los depósitos de los argentinos. Esto último lo dijo hace unos días la propia Victoria Villarruel en una entrevista en TN con Diego Sehinkman. Allí, la candidata a vicepresidenta sostuvo que la ex ESMA -el espacio donde funcionó un campo de concentración donde se torturó, asesinó y se secuestraron bebés- es un predio de 17 hectáreas que debería ser disfrutado por toda la sociedad y se cansó de agraviar y agredir a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. En uno de los debates presidenciales, Javier Milei se refirió a la dictadura militar en los mismos términos en los que lo hizo el genocida Emilio Eduardo Massera al momento de ser juzgado por delitos de lesa humanidad. Para este partido político los crímenes de la dictadura fueron excesos en el marco de una guerra, pero las restricciones impuestas durante la pandemia del Covid-19 fueron delitos de lesa humanidad.

Me resulta indiferente especular sobre si pueden o no hacer lo que dicen y dijeron que van a hacer, o si estos deslices son reformas de primera, segunda o tercera generación. Lo crucial es que estas ideas están en su matriz de pensamiento. Creen, aun suponiendo que sería en 10, 15, 20 o 30 años, que es posible instaurar un mercado de compra y venta de órganos. El solo hecho de que esto forme parte de una secuencia habitual de razonamiento de una persona debería bastar para rechazarlo.

La situación argentina es grave y casi terminal. Eso está clarísimo. Este gobierno fracasó. La culpa podrá encontrarse en las restricciones externas, que son reales y existieron, o en su propia inutilidad para pensar y adoptar soluciones que favorezcan a la mayoría de los argentinos que la están pasando mal. Sin perjuicio de eso, Argentina tiene toda una serie de factores que son positivos y que destacan a nuestra organización social y política en la región. Somos un país pacífico, donde si bien hay racismo, no hay conflictos de segregación racial. Hoy en día, la democracia argentina permite la alternancia en el poder. Nuestro país, más allá de casos puntuales como el de Rosario -cuya atención debe ser más urgente y seria-, no es una sede del crimen organizado. Argentina, gracias a la obra pública sostenida a lo largo de su historia, tiene una infraestructura muy superior a la de países que desde hace varios años atraviesan escenarios económicos más prósperos que el nuestro. Con todos sus defectos y cuestiones a mejorar, el sistema público de salud llega a todo el país y evita muchísimas muertes. Si no fuera por la educación pública yo no estaría escribiendo estas palabras.

Explotar y volar todo esto por los aires es un error garrafal, dado que, justamente, ha sido este sistema el que ha permitido que la crisis actual no nos haga desaparecer.

Quienes hacemos esta revista provenimos en su mayoría de una escuela pública de cine perdida en Avellaneda. Somos hijos de obreros y trabajadores. No hubiésemos podido imaginar hacer cine y filmar nuestras películas si no fuese porque estuvo ahí un Estado presente que, con aciertos y defectos, nos ayudó a equilibrar las diferencias que propone un sistema donde depende el hogar en el que nazcas tus expectativas y posibilidades están determinadas de antemano.

Si todo sale bien, si el último anticuerpo que nos queda disponible se activa el domingo y Javier Milei no es presidente, será la última oportunidad que tenemos. No habrá otra. Cuatro años más de frustraciones harán inevitable el acceso al poder de un movimiento como La Libertad Avanza. Esto también debe ser un llamado de atención para todos nosotros y una obligación como ciudadanos de exigirle a Sergio Massa, en caso de que gane las elecciones, que cumpla con su acuerdo electoral, que se tomen medidas que le mejoren la vida a las personas y que la política deje de vivir sus intrigas palaciegas como si fueran un thriller político nordíco de Netflix. Si nada de todo esto ocurre, el esfuerzo habrá sido en vano y solo habremos retrasado el final.

Tampoco hay que confundirse. La gente que vota a Milei no es ignorante, no está enojada y nada más. Detrás de ellos hay todo un marco teórico estudiado y razonado. Entienden lo que van a hacer sus representantes y creen que es la mejor opción para el país. Hay que demostrar con hechos que no es así.

Si todo sale mal, la aventura será la de reagruparse y resistir. La certeza, más allá de lo triste que pueda sonar, es que la pretensa exterminación del otro, tal como lo verbaliza el eje Macri-Milei, no ocurrió antes en nuestra historia y no ocurrirá ahora. Muchas personas, incluso más valiosas que nosotros que estamos acá, dieron su vida para evitar que eso ocurra y será nuestra responsabilidad, desde el lugarcito que nos toque, en el día a día y estemos donde estemos, asumir nuestros valores y defenderlos.

Igual, estaría buenísimo que no lleguemos a eso. Por favor, voten a Massa, evitemos el abismo y después discutamos lo que quieran.

Hasta la próxima.