Sanctuary: no puedes comprarme, amor

La Venus de las pieles
Sanctuary (2022) es para mí uno de esos hallazgos que merecen celebrarse. Es el segundo largometraje de un director poco conocido, Zachary Wigon. Posee un guion potente e ingenioso firmado por Micah Bloomberg, a quien IMDB atribuye una proporción más alta de trabajos relacionados con el sonido antes que con la escritura de libretos. Cuenta con la avasallante interpretación de dos jóvenes actores, Christopher Abbot y Margaret Qualley. Por su parte, la prestigiosa compañía Neon se encargó de la distribución de la película.
Sanctuary transcurre durante una noche en la habitación de un hotel. Hal Porterfield (Abbot) recibe a Rebecca Marin (Qualley). Rebecca somete a Hal a una entrevista que no tarda en convertirse en un ejercicio de humillación. Sin embargo, pocos minutos más tarde Hal y Rebecca discuten los detalles del interrogatorio. Hal exige que Rebecca se ajuste al guion que él ha escrito. Rebecca, por su parte, desea improvisar. En ese intercambio inicial se establecen las bases sobre las que se articula la relación. Rebecca es una dominatrix. Hal es el heredero de una cadena de hoteles. En la intimidad, Rebecca manda. En el mundo, Hal es amo y señor. El conflicto surge cuando Hal decide prescindir de los servicios de Rebecca. Hal asume el rol de CEO que le ha legado su padre como una suerte de apostolado. Por ese motivo, considera que no puede prolongar sus encuentros con la dominatrix. Rebecca se opone a esta decisión. A causa de este desacuerdo, Hal y Rebecca entablarán un duelo en donde los roles de autoridad y de sumisión se distorsionarán hasta tal punto que cada uno se terminará preguntando quién es en realidad.

Es una lástima que su circulación por lo cines haya sido muy modesta. Es probable que su tono intimista y retorcido no satisfaga al público que se contenta con detonaciones nucleares y mundos color rosa chicle. Sin embargo, las almas curiosas pueden encontrar Sanctuary en los repositorios en línea de la Rusia postsoviética.
Can’t Buy Me Love
Los personajes de Sanctuary oscilan entre dos arquetipos en conflicto: el sexo y el dinero. La película invita al espectador a infiltrarse como un voyeur en la dinámica de esa relación mutante. Rebecca ejerce su dominio sobre Hal en el ámbito privado: solo ella puede concederle permiso para sentir placer. En la esfera de lo público, sin embargo, es Hal quien impone sobre Rebecca la autoridad que le otorga su inagotable cuenta bancaria.

Por lo tanto, Rebecca esgrime el poder del goce sexual. Hal, por su parte, ostenta el poder económico. Sin embargo, a lo largo de la contienda, uno y otro mudan sus roles para imitar, parodiar, ridiculizar el discurso del otro. El poder económico quiere comprar el goce sexual, pero este se resiste a convertirse en mercancía. Por su parte, el goce sexual busca adueñarse del poder económico para prolongar su duración, pero este rechaza pagar el alto precio que aquel le demanda.
Como consecuencia, la negociación entre ambos se prolonga de manera indefinida en un juego que implica goce y despilfarro. Las identidades circulan de mano en mano como monedas de cambio que se malgastan en un ciclo interminable de extinción y resurrección del placer. Hal y Rebecca se convierten en las piezas de una dinámica que oscila entre la repetición y la parodia. Así, el acto sexual se disfraza de relación comercial en la que el dinero se devalúa con la velocidad de un orgasmo.

Superficies de placer
Por momentos, esta dinámica acuciante de mímica y distorsión bordea en Sanctuary aquellas ciénagas brumosas en las que El imperio de los sentidos (Nagisa Oshima, 1976) no teme sumergirse. Sin embargo, Sanctuary opta en cierto punto por alejarse de ese territorio oscuro y seguir el modelo del amor loco tal como lo retrata, por ejemplo, Paul Thomas Anderson en Punch-Drunk Love (2002).
Por lo tanto, Sanctuary podría definirse como una comedia negra que enrarece el género romántico con pinceladas de thriller y que además cuestiona el alcance del capitalismo en la economía del placer. Nada mal para un hallazgo inesperado, ¿no les parece?



