Air: la historia detrás del logo: una como las que ya no se hacen más

No digo nada nuevo si menciono que el inicio de la carrera de Ben Affleck como director sorprendió a todo el mundo. Era famoso el chiste en la industria, replicado en South Park, que postulaba al actor como el amigo poco talentoso de Matt Damon, atribuyéndole a este último todos los méritos de Good Will Hunting, aquella obra que los catapultó a ambos a la fama en 1995, cuando tenían menos de 30 años.

A diferencia de muchos otros directores y directoras, a Affleck le bastó con su primera película para modificar la visión que tenía la industria sobre él y ubicarse como uno de los realizadores jóvenes más importantes de Hollywood. Gone Baby Gone (2007) era un thriller policial que ya en ese entonces estaba en extinción. Una película clásica, como aquellas con las que Hollywood había logrado encantar a las masas en su época dorada. El film tuvo que retrasar seis meses su estreno, dada la similitud que tenía el argumento con la desaparición de Madeleine Mccann, pero fue muy bien recibida por la crítica y tuvo un éxito discreto en el público, costó 19 millones de dólares y recaudó 36. The Town (2010), su segundo film, también era un thriller, esta vez de acción. El argumento tampoco era muy novedoso, se trataba de una clásica película de atracos. A diferencia de su ópera prima, Affleck además ocupó el rol protagónico y fue un éxito rotundo: costó 37 millones de dólares y recaudó 154.

A esta altura, todo parecía indicar que la segunda década de los 2000 ubicaría a Affleck como el director más importante de la industria, y un poco eso pasó, en 2013, cuando ganó el Oscar a mejor película por Argo (2012), su tercer opus, otro thriller, esta vez político, que estaba inspirado en el famoso caso “Rehenes de Teherán” y el operativo que la CIA realizó para rescatar a una serie de diplomáticos que estuvieron detenidos en la embajada de Estados Unidos en Irán a comienzos de los años 80.

Escribí un poco más en extenso sobre esto en una reseña sobre The Way Back, pero digamos brevemente que para el amigo Ben todo se fue al tacho cuando recrudecieron sus problemas de larga data derivados de una adicción al alcohol y al juego que detonaron su vida personal y profesional. Cuando parecía que filmaría las películas más importantes de los años venideros, Ben la chocó toda con Live by Night (2016), un thriller de gánsteresen la época de la prohibición del alcohol en Estados Unidos que fue desastroso. La película estaba mal de tono, Affleck estaba mal como protagonista, el guion no tenía sentido. La caída fue durísima, el film costó 90 millones de dólares y recaudó casi 23.

A todo eso se le sumó lo que parecía que iba a ser su gran regreso a la dirección con The Batman, el film que dirigiría y protagonizaría entró en una nebulosa que duró muchos años hasta que finalmente se canceló.

Alejado ya del Universo DC y aceptada la frustración que supuso dejar de ser Bruce Wayne/Batman, papel que Affleck dijo en muchas oportunidades que era el rol de su vida, de a poco el actor volvió al ruedo con películas más pequeñas pero en las que logró destacarse. A la ya citada The Way Back se le sumaron The Tender Bar y The Last Duel, esta última dirigida por Ridley Scott y escrita por el mismo Affleck en colaboración con su amigo Matt Damon.

Así, casi como quien no quiere a la cosa, el bueno de Ben también volvió a dirigir, sin levantar mucho la perdiz, una película que nadie esperaba demasiado: Air: la historia detrás del logo.

Si bien es un drama biográfico y no un thriller, sí se trata de una obra que se emparenta con el resto de la filmografía del director en el hecho de que es un estilo de película que ya casi no se hace en Hollywood, pero que durante muchos años fue muy popular.

La historia es bastante simple y efectiva: durante 1984 un joven Michael Jordan está a punto de ser drafteado –elegido– por uno de los equipos franquicias de la NBA luego de ser una estrella del básquet universitario. Como suele suceder en cualquier deporte de alto rendimiento, el paso del amateurismo al profesionalismo no es lineal. Ser una joven estrella no asegura una carrera soñada. Todo el mundo especulaba con que Jordan podía ser uno de los mejores jugadores de la liga, pero también podía no adaptarse bien a las ligas mayores. Tomando como base ese escenario, Air relata cómo Nike, por aquel entonces relegada por Adidas y Converse del negocio del básquet estadounidense, hace un esfuerzo descomunal por intentar conseguir el dinero y convencer a un joven Jordan de fichar con ellos como espónsor.

El mayor logro de la película aparece por un lado en la construcción de los personajes y el cast que encabeza Matt Damon, poniéndose en la piel de Sonny Vaccaro, el ejecutivo de marketing encargado de fichar las figuras de la división de básquet para Nike, y que secundan Chris Tucker, Jason Bateman, Viola Davis y el propio Ben Affleck. Y, finalmente, en segundo lugar, está la estructura narrativa y la forma en la que se presentan los hechos, a través de una suerte de carrera de obstáculos contra el tiempo en la que los personajes deben ir superando dificultades para lograr su objetivo. Así, aunque no sea una típica historia deportiva de underdogs, el film asume esa esencia y organización narrativa.

Pero Air no es solo el come back definitivo de su director, es también la llegada a la industria de Alex Convery, un escritor de 30 años que desarrolló el guion luego de ver un segmento dedicado al episodio Nike y Michael Jordan en la serie documental de ESPN 30×30 The Last Dance. Con el guion en mano, y sin saber siquiera si conseguiría los derechos para usar los nombres verdaderos de los personajes, Convery llegó a Artists Equity, la incipiente productora fundada por Affleck y Damon que estaba en búsqueda de proyectos. Con los dos amigos adentro el resto es historia, apareció Amazon Studios aportando el financiamiento necesario y la película no solo pudo hacerse, sino que le fue bastante bien de público.

Durante las últimas semanas el buen rendimiento de Air ha vuelto a poner a Affleck bajo las luces de la industria. Su carrera parece volver a despegar, incluso, varios rumores indican una posible vuelta al universo DC ahora en manos de James Gunn. Más allá de si eso ocurre o no, lo interesante o lo más relevante detrás del éxito de la película es pensar cómo un film como este, alejado de las grandes franquicias y la construcción de mundos y universos, por más que sea atractivo para cierto público no tiene lugar asegurado en el mercado. La película costó entre 70 y 90 millones de dólares y recaudó poco menos de 90. Digamos que salió empatada o perdió poco. Con el tiempo tendrá ganancia, pero su margen será tan pequeño que no será suficiente para explicar por qué los grandes estudios no invierten en el llamado “cine de costo medio”.

Quizá alguien de más de 40 años no se sorprenda mucho con Air. Hace 20 o 25 años se hacían decenas de películas o telefilms así o mejores por año. En un presente tan desalentador para el cine industrial, cualquier vestigio de ese tipo de obras que otrora hicieron grande a Hollywood se destaca por su propio peso.