Bones and All: hambrientos de sentido

Se me hace imposible no amar las historias de Luca Guadagnino, en especial las de sus adolescentes (o veinteañeros) que combaten con la ansiedad de la identidad y del no sentirse parte de un entorno que ya de por sí es complicado. Son películas que se sienten reales, íntimas, únicas y muy sensibles en la manera en cómo abordan este proceso de autodescubrimiento; sumado a que tienen un tempo súper contemplativo en donde los personajes simplemente se pueden dar la libertad de ser ellos, de ser felices, de estar tristes. Nada es apresurado. Todo es orgánico.
Para entender Bones and All, hay que dar un pequeño repaso de sus antecesoras. Este tipo ya venía de someterse a una misión suicida con el remake de Suspiria (2018), con el cual salió más que bien parado. Allí empezó a experimentar con la penetración de la carne y de la psiquis por la vía del terror, dándonos una película bastante perturbada en su concepción de los horrores de la guerra por medio de un aquelarre de brujas. Después, con su miniserie, We Are Who We Are (2020), volvía a sus raíces en un intenso y dramático estudio coral de adolescentes que lidian con la identidad de género, la sexualidad y la frustración sexual. Fue una cosa fenomenal porque en ese proyecto hay algunas de las mejores cosas que él ha hecho. Ambos proyectos son polos opuestos, pero comparten la similitud de ponerse del lado de las emociones de sus personajes para entender cómo les afecta a ellos el lugar que los rodea. El cine de Guadagnino no juzga. El cine de Guadagnino comprende.

Ahora, todas esas cosas le han traído hasta aquí. Bones and All, desde su título, ya nos lo viene diciendo: va a los huesos, a la carne, al corazón, al alma. El imaginario grotesco de la piel siendo mutilada, mordida y masticada congenia con un relato en forma de road-movie salvaje por fuera, aunque terriblemente emocional y trágico por dentro. Guadagnino recurre al canibalismo como una excusa para hablar de inadaptados hambrientos de aceptación, pero más que nada, desean ser amados. La pareja protagonista de Maren y Lee son un punto de partida perfecto para que la película nos vaya paseando por esta decadente versión de Estados Unidos, repleta de parias sin hogar, jóvenes sin futuro, y la constante sensación de que el sueño americano es una fantasía pulverizada.
Al ser una historia sobre huérfanos en busca de un hogar, Guadagnino sabe poner ese temor adolescente de no poder encajar en la sociedad en unas imágenes que alcanzan la simbiosis perfecta entre la brutalidad corporal y la delicadeza poética de los polvorientos paisajes que conforman lo más recóndito de esta América profunda. Consigue en la sangre, las mugrientas locaciones y en el atardecer, una manera de representar el pesimismo que coexiste con la esperanza. Algo que ayuda a millón porque la historia está contada de forma episódica, lo que permite ahondar tanto en lo pasional del drama romántico, así como en lo más sombrío del thriller. Ese equilibrio entre ambos géneros termina por quebrarse cada vez más rumbo al final, hasta explotar en un clímax que aplasta con todo a su paso. La realidad se sobrepone ante el idealismo.

Y la verdad es que no sé si soy alguien que se impresiona fácil o qué, pero, a pesar de flaquear en muchísimas cosas que prefiero omitir, Bones and All da una aproximación más que brillante sobre lo doloroso que es la soledad, también de lo que es sentirse abandonado por el mundo. Pero que todo eso cobre un sentido por el simple hecho de conseguir a una persona que comprenda y sane las heridas por las que has pasado es más que suficiente para sentirse suertudos de vivir. Creo que pocos directores en serio han sabido cómo retratar esos temas con tanta naturalidad y respeto como el italiano, quien ha sabido proyectar esas voces de las personas que viven relegadas para darles un portal donde puedan ser ellas mismas.
No quiero enredarme mucho contándoles algo que ustedes deben de vivir. ¿De qué sirve contarles a los demás un viaje si no saben cómo es la carretera? Solo hay que dejar que cada uno pueda experimentar el recorrido a su manera.



