Misión: Imposible – Sentencia Final, nadie se salva solo

Amarlo u odiarlo. La coronación de Tom Cruise como el salvador de los manierismos que moldearon al blockbuster hollywoodense continúa dividiendo opiniones entre los defensores y detractores del último gran héroe del cine de acción. De la misma manera que Christopher Nolan desobedece las condiciones algorítmicas de las plataformas de streaming, Cruise prepondera un clasicismo, el mismo que viene agonizando en el Hollywood contemporáneo, planificando producciones con elaboraciones meramente artesanales. Hablamos de un fundamentalista cuyo carisma radiante lo posiciona en la industria como un auténtico rockstar (convoca tours mundiales a modo de avant premiere para sus películas) y como proveedor de un marketing que prioriza la experiencia de la pantalla grande antes que el merchandising mercenario (la factoría Disney y sus derivados).
Desde 1996 su caballito de batalla para reventar taquillas viene siendo la saga de Mission: Impossible, pero a casi tres décadas de redoblar la apuesta con cada una de sus entregas, esta vez nos encontramos frente a la instancia crepuscular de una de las obras más eficientes y aplaudidas de los últimos tiempos. Con el estreno de Mission: Impossible – The Final Reckoning (2025), presenciamos la posible despedida de Cruise como protagonista del megatanque que le permitió consagrarse frente a sus contrapartes en el subgénero del espionaje (los operativos monitoreados de Jason Bourne y los modismos devaluados de James Bond nunca le hicieron sombra).

Este capítulo clausura la historia que conocimos en M:I – Dead Reckoning (2023), donde el agente indomable Ethan Hunt (un Cruise más veterano que nunca) se enfrentaba a ese enemigo invisible conocido como La Entidad (se terminaron los terroristas internacionales y quedamos a disposición de la aniquilación comandada por la Inteligencia Artificial). Como trasfondo tenemos una inminente guerra nuclear que pone en jaque a las principales potencias mundiales, mientras el oponente cibernético hace estragos a lo largo de todo el planeta. La mecánica sigue siendo la carrera a contrarreloj donde las decisiones que tomen los participantes del conflicto son primordiales para determinar el destino de la humanidad (la mayor parte del metraje tiene a Hunt y su equipo operando por separado hasta finalmente reunirse en el desenlace).
La desventaja de este episodio es esa mala costumbre de hacer tanto hincapié, en reiteradas oportunidades, en la necesidad de una confianza colectiva, y de que solamente trabajando en conjunto podemos asegurarnos la salvación universal. Lo interesante está en la desarticulación de las herramientas tecnológicas y la necesidad de armarse de elementos analógicos para ir salteando obstáculos. Descartaron el recurso reiterativo (aunque inagotable) de las máscaras y la pantomima de disfrazar la puesta en escena, pero mantienen los condimentos infaltables como los travellings de Hunt que corre por escenarios pintorescos y las escenas de riesgo extremo para desafiar el inverosímil.

Otra particularidad es que M:I – The Final Reckoning se desenvuelve como un compilado de greatest hits de la franquicia, usando un encadenado exhaustivo de flashbacks y referencias constantes a los diferentes participantes que desfilaron previamente, y propone un desarrollo que reivindica los ingredientes desperdigados por el seleccionado de realizadores que orquestaron las entregas anteriores (la efectividad hitchcockiana de Brian De Palma, el esteticismo canchero de John Woo, la versatilidad aventurera de J. J. Abrams, la dinámica caricaturesca de Brad Bird y el thriller quirúrgico de Christopher McQuarrie). Pero además de condicionarse como una película melancólica, tanto Cruise como McQuarrie refuerzan la narrativa para transformar este capítulo en un espectáculo sumamente épico, alargando el dramatismo de los diálogos y cerrando el arco de determinados personajes.
El anclaje de McQuarrie como director y guionista reafirma su solidez autoral junto al actor desde que se asociaron en la maravillosa Jack Reacher (2012). Acá vuelve a desplegar su maestría mediante la secuencia en los interiores de un submarino hundido en las profundidades y durante las acrobacias peligrosas de Cruise colgado de una avioneta. M:I – The Final Reckoning nunca llega a posicionarse a la altura de M:I – Fallout (2018), tal vez el punto más alto de toda la saga hasta la fecha, aunque sabe sacarle provecho a Cruise como esa máquina imparable que pretende completar sus peripecias llegando hasta las últimas consecuencias. Esta vez la estrella parece más interesada en dedicarle una carta de amor a su opus magnum, aunque siempre se las ingenia para dejar la vara bien alta frente a todo aquel que se atreva a destronarlo en la meca del espectáculo.



