Better man: Autorretrato con mono

El año pasado salió una noticia sobre Robbie Williams que contaba cómo la estrella salió a caminar por un reconocido parque londinense junto a su esposa, vestido de rosa y con lentes de sol adornados con diamantes, y nadie lo reconoció. El cantante se había filmado, a la manera de un experimento, para ver qué ocurría, pero nadie lo frenó, cosa que lo preocupó. Hasta que, volviendo por su barrio, una chica lo detuvo para pedirle una foto.

Precisamente de eso se va a tratar en gran parte Better Man: de la fama como parte de la necesidad de ser reconocido, de ser admirado por miles de personas. Better Man, película que es una biopic sobre la vida de Robbie Williams, protagonizada, no por un actor que interpreta al cantante, sino por un mono. Y que lejos de ser una ilustración de los momentos más destacados de la vida de la figura que retrata, es una biografía musical sorprendente, emotiva e hipnótica, con no pocos momentos visualmente increíbles y fantásticos (en la doble acepción de esta palabra: como quimérico y como excelente) y que a lo largo de un poco más de sus dos horas logra poner sobre el tapete la cuestión de por qué la fama tiene que ver tanto con la forma artística que se elige, como con la vida personal. Y todo esto en una película protagonizada por un simio.

Hay una característica fascinante en el hecho de que podamos entrar al verosímil del film sin problema, y el hecho de que la estrella sea un animal no resulta un problema para que sigamos su historia con curiosidad y para que podamos identificarnos con él.

La cuestión del mono como protagonista tiene que ver con la idea que el propio Robbie Williams tiene de sí mismo. El cantante expresó que siempre se ha sentido menos evolucionado que el resto de la gente. En Better Man esta evolución va a tener más de una capa. Por un lado, es la búsqueda de la fama como una forma de destacarse por sobre el común de la gente y ser admirado por el público, como una forma de combatir su complejo de inferioridad. El camino a la fama del personaje implica pasar de querer ser reconocido por el resto por el mero éxito, a entender que su música adquiere valor una vez que implica algo personal e íntimo (su productor Guy Chambers le dirá, en una escena clave, “las canciones sólo son valiosas si te cuestan algo”). Pero la evolución también es, claro, la búsqueda del músico por mejorar como persona (“to be a better man”, de ahí la canción que da título a la película) una vez que su vida personal, fama de por medio, se ha ido en picada, y Robbie debe reconciliarse con quienes estuvieron junto a él. Su carrera comienza como algo que lo pone por encima de la gente “normal”, pero poco a poco lo consume, deteriorando su relación con Take That, llevándolo luego a pelearse con su novia y su mejor amigo, y finalmente a perderse la muerte de su abuela.

El hecho de que Robbie Williams sea simio en lugar de una persona de carne y hueso no es la única cosa por fuera de lo normal en la película. También hay fantasía en la manera en que el director Michael Gracey filma los sucesos que vive Robbie como si se tratara de hechos de fantasía, que muchas veces se concatenan de una manera rara, mezclando en una misma secuencia momentos de distinta temporalidad en la que conviven su vida privada con su vida como cantante. El momento en que mejor se aprecia es cuando su novia, Fiona, lo abandona una vez que lo descubre drogándose en el baño. Ahí vemos cómo Williams sale corriendo de su departamento para hablar con ella y cae por la escalera, aterrizando directo en su camerino antes de dar un recital. Lo siguiente que vemos es a Robbie que recibe un llamado de su madre y la noticia de la muerte de su abuela, y allí la película combina el momento del funeral con su presentación en el escenario. El momento se vuelve aún más intenso porque la canción que el músico interpreta es “Angels”, canción que parece hablar justamente sobre el afecto que puede dar alguien que ya no está en el mundo terrenal.

Además de la caracterización simiesca de su protagonista, el otro elemento central para comprender a Robbie Williams es su voz en off. Esta voz puede servir para que el cantante nos cuente la alegría o la tristeza que siente ante lo que le sucede, pero sirve también para que más de una vez se utilice a sí mismo como un objeto de burla, o para que veamos cómo lucha contra su frágil salud mental y su falta de autoestima, que lo llevaban a creer que todo su éxito era una farsa, y que no iba a poder subir a un escenario porque en verdad era un inútil. Y casi siempre, en todos estos casos, sólo es el espectador el que tiene la ventaja de acceder a la subjetividad conflictiva de Williams, mientras que el resto de los personajes (acaso con la excepción de su padre, el personaje con quien Robbie parece tener mayor cariño) sólo pueden verlo como alguien que ha alcanzado el estrellato y lidia con lo que esto conlleva: sea Nigel, el representante de Take That, cuando lo reta por sus torpezas en el escenario al interpretar una coreografía; sea su novia, la cantante Nicole Appleton, a quien recrimina por haber alcanzado un número uno, como si eso realmente fuera un triunfo a nivel personal; sea su amigo Nate, a quien le echa en cara su éxito cuando este se lo discute; sean su madre y abuela, quienes pasan de ver a Robbie como un joven interesado en la música, a sorprenderse cuando la casa se rodea de fanáticas de su figura como cantante.

El momento en el que mejor se ve esta subjetividad, que sólo Robbie y los espectadores conocemos, es cuando estalla: la escena en que se ve a sí mismo luchando contra sus versiones del pasado, que Gracey filma de forma espectacular como si fuera una batalla épica digna de una película de fantasía y aventuras (o de El planeta de los simios, aprovechando que comparten personajes de la misma especie).

Hay un sentido de honestidad muy noble, tanto en Better Man como en la figura de Williams, en hacernos partícipes de la experiencia subjetiva de un cantante al que todos veían en la cima, mientras que en su interior sólo podía sentirse como menos evolucionado que el resto. De allí que sea también una jugada inteligente por parte de la película hacer que sólo los espectadores puedan ver al músico como un mono, mientras que los demás lo ven como un ser humano.

Leí alguna crítica que comentaba lo difícil de creer que Better Man haya resultado un fracaso de taquilla que costó 110 millones y sólo recaudó 20. En realidad, no creo que sea tan difícil de explicar. Si bien la película biográfica sobre una figura musical ha dado en los últimos años películas muy exitosas (con Bohemian Rhapsody a la cabeza, acaso la que reactivó este subgénero), la figura de Robbie Williams nunca logró mucho éxito en Estados Unidos. Si a eso le sumamos que como músico ha estado, durante el último tiempo, bastante ausente, y que hacer de él un primate pueda resultar algo desconcertante, todo parece encajar. Pero no importa. Better Man es una película maravillosa, y es imposible olvidar que estuvimos más de dos horas mirando, con fascinación y emoción, algo a primera vista tan disparatado como un mono que canta y busca ser famoso.