Reseña: Saturday Night

En la Argentina de Milei y el mundo de Donald analizar películas me parece un gesto fútil. Pero La 24 me necesita (¿?) y, no jodamos, no es lo mismo un analgésico que un anestésico, escribió don Arturo Pérez Reverte. Y yo le creo.
Saturday Night (Jason Reitman – 2024) es un caso raro para el espectador de por acá: es una película que celebra un programa de TV, Saturday Night Live (SNL), que jamás se emitió en nuestro país y, sin embargo, de una manera u otra, todos lo conocemos. En 2025, SNL cumplió 50 años ininterrumpidos al aire. De sus canteras salieron Chevy Chase, John Belushi, Dan Ayckroid, Gilda Radner, Bill Murray, Eddie Murphy, Dana Carvey, Mike Myers, David Spade, Chris Farley, Adam Sandler, Tina Fey, Amy Poehler, Will Ferrell, Phil Hartman, Chris Rock, Norm McDonald, Conan O’Brien, Jason Sudeikis, Seth Meyers, Bob Odenkirk y Larry David, entre muchos otros.

Podría argumentarse que SNL y Monty Python Flying Circus son los programas más importantes de la comedia moderna. En el caso de SNL, sus sketches y personajes vienen llegando al cine desde hace décadas. Desde Los hermanos caradura (The Blues Brothers – John Landis – 1980), El mundo según Wayne (Wayne´s World – Penelope Spheeris – 1991), hasta Coneheads (Steve Barron – 1993). Pero es mucho más importante cómo influye como espacio formativo y corriendo los límites del gusto popular. Muchas ideas de SNL pueden verse luego materializadas en las primeras temporadas de Los Simpson, Seinfeld. Third Rock from the Sun, 30 Rock, Barry, Brooklyn 99. No es solo que los protagonistas salen de sus canteras: es una forma de hacer humor. Convierte el absurdo en popular, hace humor político de actualidad y se ríe del propio medio televisivo. Presenta bandas en vivo y pone en el aire un monólogo de entrada con una persona nueva todas las semanas. Todo en la misma hora y media.
En la celebración del aniversario, que incluye múltiples instancias, encontramos esta película de Jason Reitman que toma la decisión “sorkinesca” de limitar la línea de tiempo a los 90 minutos previos a la primera emisión del programa, el 11 de octubre de 1975. La experiencia es inmersiva. La cámara está pegada, al inicio de la película, al productor y showrunner Lorne Michaels (Gabriel LaBelle). Es un walk and talk, a un ritmo frenético. Se suceden todas las catástrofes posibles: el sonido no anda, las luces se caen de los techos, los actores no firman los contratos, las figuras se pelean, los guionistas se pasan de listos. Se desafía a la censura, se toma de punto a Jim Henson (el de los muppets), por hippie. Lorne Michaels es acompañado por Dick Ebersol (Cooper Alexander Hoffman), Neil Levy (Andrew Barth Feldman) y Rosie (Rachel Sennott) principalmente. Sus antagonistas son prácticamente todos.

Las escenas se van sucediendo en un continuum sin elipsis mientras caminamos por los pasillos de ese otro personaje que es el estudio mismo. Michaels debe lidiar con los ejecutivos de NBC personificados por David Tebet (Willem Defoe), que nunca quisieron realmente el programa, sino que lo necesitaban para forzar a Johnny Carson, la estrella de la época, a renegociar su contrato; debe soportar los desplantes del célebre comediante combativo George Carlin (Matthew Rhys), quien es el primer anfitrión invitado al programa, y lo desprecia por ser un show de variedades; debe tratar con Andy Kaufman (un increíble Nicholas Braun) que parece más perdido que nunca y con el miembro del elenco John Belushi (Matt Wood), que también tiene sus dudas de pasar a ser parte del “sistema” y se escapa del estudio.
Por otro lado, Chevy Chase (Cory Michael Smith) ya se siente una estrella antes del estreno, Dan Aykroyd (Dylan O’Brien) ensaya de manera permanente su personaje clásico Dan the ladies man. El guionista veterano Herb Sargent (Tracy Letts), tal vez el nombre más importante que tenía el programa en sus inicios, aparece como un oráculo para dictarle a Chevy Chase lo que será su vida, mientras que Michael O´Donoghue (Tommy Dewey) es todo lo ácido e iconoclasta que se puede esperar de un guionista de comedia. Garret Morris (Lamorne Morris), primer negro del elenco, que se destacará por esforzarse en tener afroamericanos presentes haciendo humor racial en todas las épocas, busca su lugar. Y justamente, lo encontrará de la mano de Billy Preston (Jon Batiste), primer invitado musical del show, que le dará un porro y la clave de su presencia.

Todas estas historias –y muchas otras más– se despliegan a la velocidad de un tren bala. La alusión a Aaron Sorkin al inicio no fue poco meditada. Saturday Night tiene vínculos con trabajos del famoso guionista. En principio con Steve Jobs (Danny Boyle – 2015), película que se estructura en tres actos, todos ellos sucediendo en las horas previas al lanzamiento de productos clave de Apple, mientras que el protagonista (Michael Fassbender) lidia con la computadora, el lanzamiento, la organización del evento y, hasta sus afectos, todo al mismo tiempo. Y el otro vínculo, mucho más importante, es con una de las mejores series jamás canceladas: Estudio 60 (Studio 60 on the Sunset Strip – Aaron Sorkin – 2006), un drama sobre, justamente, la producción de un show de comedia muuuuuy similar a SNL, que ocurre principalmente en el estudio y sigue el desarrollo de la producción del show en la semana previa a la emisión; todo contado con la marca Sorkin, que es el walk and talk de personajes conflictuados e inteligentes. De egos desmedidos y pasión por la tarea. Estudio 60 tuvo la mala suerte de competir con 30 Rock, que trataba básicamente sobre lo mismo –la producción de un show tipo SNL– pero era infinitamente más caro.
Saturday Night es una evocación afectuosa y esquemática, que tiene un efecto raro. Sus personajes, hoy, tienen entre 70 y 80 años. En la película, se los muestra jóvenes y rebeldes. Transformando el sistema y despreciando a las generaciones anteriores que literalmente vienen a mostrarles el miembro –hecho encarnado en el gag del viejo comediante Milton Berle (J.K. Simmons). La evocación que hace la película sobre esta generación es oximoronica. Niega el propio espíritu de SNL, que llevaba imbuido en su ADN un gran fuck you al pasado. Por supuesto, no se puede hacer una película de homenaje cagándote olímpicamente en el homenajeado, y, sin embargo, Saturday Night Live, en su mejor forma, lo hubiera intentado.



