Monkey business

Hay virtudes en Monkey Man. La primera de ellas tiene que ver con la presencia de Dev Patel. El actor de Slumdog Millionaire hace su debut como director contando la historia de Kid, un joven delincuente, recién salido de prisión, interpretado por el mismo Patel, que busca vengar la muerte de su madre. Cuando niño, Kid presenció la muerte de su madre a manos de un corrupto jefe de policía llamado Rana, y la masacre de los aldeanos de su tierra por parte de Baba, un supuesto gurú espiritual. Patel hace de Kid un personaje fascinante y atractivo gracias a que su interpretación lo dota de matices: puede comenzar siendo un muchacho de apariencia inocente y gentil, pero con actitud determinada; pasa luego a ser un héroe valiente, y termina transformado en un asesino violento, dueño de un sadismo casi a la altura de los villanos a los que combate. Son varios los momentos en que Patel encuadra a su personaje en planos medios y primeros planos con algún gesto, alguna mirada, que nos permiten verlo de una forma u otra. Ayuda mucho, en este sentido, que Kid sea un hombre barbudo, alto y de traje, como un adulto; pero al que la figura delgada de Patel, y sus ojos grandes y expresivos dotan de cierta infantilidad. No parece casual que su nombre signifique niño en inglés.

Esta característica ambigua de Kid también aparece en los dos trabajos que tiene: es, primero, un luchador de boxeo clandestino, enmascarado de mono, en un bar de mala muerte; para luego convertirse en ayudante de cocina y mozo de un burdel de lujo, frecuentado por Rana.

La actuación de Patel no es lo único virtuoso de Monkey Man. También hay inteligencia en la cercanía con el cine de superhéroes actual (en particular, el de Marvel). El hecho de que el personaje sea un luchador que usa una máscara, que luego haga su propio recorrido heroico y termine siendo aclamado por una multitud como “Monkey Man” hace que uno pueda ver al film como una reversión de este subgénero, con el agregado de que no se trata de una adaptación de cómic, sino de una creación original, con la presencia de un contenido social que lo acerca más a la realidad, y con bienvenidas dosis de sangre y violencia (más de una vez cercanas al grotesco) que la alejan de un PG-13.

No sólo eso. También Patel tiene el talento para contarnos ciertos hechos con una gran capacidad de síntesis visual. Así, por ejemplo, vemos cómo en una escena Kid miente y dice llamarse “Bobby” cuando un gánster que lo visita en la cocina le pregunta cómo se llama, para que la cámara nos acerque mediante un travelling a una lata de lejía con el mismo nombre. En otro momento, vemos una maravillosa secuencia del robo de una billetera, que va pasando de mano en mano entre varias personas de la calle, hasta llegar a Kid.

Sin embargo, a medida que la trama avanza, Patel deja de lado esta precisión para dar paso a un manierismo visual bastante torpe. Y es entonces cuando empiezan los problemas. Es así como la película abunda en planos que parecen estar ahí más por el goce estético que por ser funcionales a la narrativa. Ocurre, por ejemplo, en la pelea entre Kid y Rana en el baño del burdel, donde vemos demasiados planos de la pecera gigante del baño intercalados en la lucha entre ambos. O cuando vemos al protagonista llegar a un estacionamiento mientras la cámara lo toma en contrapicado sin sentido alguno.

Para empeorar las cosas, Patel subraya más de una vez lo que ya habíamos visto, o que ya se podía entender de buenas a primeras. Vemos muchas veces a Kid niño en el bosque con su madre, o la secuencia de la masacre de su aldea, o la leyenda de una deidad mítica que inspira a Kid y que el film muestra hasta lo insoportable de distintas maneras (mediante un cómic, una obra teatral y una pintura).

Y como si fuera poco, la visión del film sobre la política y la pobreza no deja de ser demasiado básica. Monkey Man se limita a mostrar a Baba, falso gurú devenido candidato político, y a Rana, el jefe de policía, como figuras nefastas, sin ningún otro rasgo visible más que la brutalidad y la búsqueda de poder, sin matiz alguno. Y la sociedad de la India aparece de forma muy esquemática como dividida entre ricos y pobres. Algo que Kid remarca de forma innecesaria en una línea de diálogo.

Monkey Man queda, entonces, como una película de acción entretenida, ambiciosa y despareja, en la que por desgracia Patel intentó abarcar demasiado sin mucha profundidad, y que acaso sea la puerta de entrada para una futura carrera como cineasta. De la cual su ópera prima quedará, en el mejor de los casos, como un borrador de su potencial.