Robot Dreams: una carta de amor a quienes ya no son nuestros amores

Robot Dreams fue una de esas casi sorpresas de la temporada de premios, una película animada en 2D, de corto presupuesto, sin una muy larga distribución. Algunos habrán tenido el placer de verla en la pasada edición del Festival de Mar del Plata o en su reciente paso por cines.
Pablo Berger nos sitúa en una New York ochentera (y en segunda dimensión, y sin diálogos), donde seguimos la vida de Perro, el perro, individuo que pasa sus días jugando videojuegos en solitario, comiendo macarrones con queso, viendo televisión… y envidiando a la gente que tiene amigos. Agotado de esa rutina, se arma a Robot, el robot, una versión amistosa (y corporal) de la icónica Sam de Her (Spike Jonze, 2014). Todo va mejor de lo que jamás fue, es el mejor verano que ha tenido. Un día una serie de eventos desafortunados hace que Perro tenga que dejar abandonado a Robot en la intemperie sin saber cuándo sus caminos se volverán a cruzar.

Perro y Robot fueron los mejores amigos del mundo, una apasionada pareja, solo acompañantes transitorios, o incluso quizá, una relación fraternal de padre-hijo; la magia reside en que cada espectador puede tener una lectura distinta de todos los eventos sucedidos en la historia dependiendo de cómo perciben inicialmente la relación platónica entre estos dos. Puede ser una historia de superación personal o la mayor tragedia del amor moderno.
Seguimos cuesta abajo los caminos separados de ambos, con las inseguridades, deseos y nuevas relaciones que eso conlleva, en una historia que se pasea con soltura por la comedia, la psicodelia y la melancolía.

El estilo de animación con trazo duro en 2D, en conjunto con las situaciones dulces y rebajadas de tono sucedidas en pantalla, la hacen un visionado simple para un chico, en superficie; pero si miramos más hacia adentro, es una historia con la falta de una narrativa convencional fuerte, que más bien se acerca a la contemplación para sentirla adulta y sobria. El público ha empezado a generar un discurso en redes sociales alrededor de Robot Dreams, haciendo muchas comparaciones con la reciente Past Lives (Celine Song, 2023): otra película de amantes separados que añoran la vida que tuvieron, sin la necesidad de tener que volver a estar juntos, pero inmensamente agradecidos por el camino recorrido juntos. Personalmente, siento que Past Lives se mueve más en los terrenos de lo que fue, mientras Robot Dreams fantasea mucho más con lo que pudo haber sido. Cada una tiene su brillo, juntas podrían ser una función doble letal.
Al final del día, más allá del tipo de relación que cada uno lea que tenían Perro y Robot, lo importante es que ambos deben enfrentar la nueva bienvenida a la soledad, siendo individuos totalmente distintos a los que eran antes de conocerse, y aquí reside el corazón ardiente de la película: el ser una gran oda al paso de las personas en nuestras vidas, y al cómo robamos cosas de ellas para construirnos a nosotros mismos. Terminarás de verla con una sonrisa ahogada, y con September retumbando en la cabeza por un par de días.



