Vidas pasadas: ¿cuánto puede durar el amor ausente?

Vidas pasadas es la ópera prima de la directora Celine Song y, según ella misma, tiene ciertos tintes autobiográficos. Se lanzó en el 2023 y llegó a Argentina este 29 de febrero. Por ser el primer trabajo de la cineasta, llama mucho la atención su precisión. Destaca la atención al diálogo, que es poco pero significativo, y a las imágenes que lo acompañan. Este es un film que respeta sus tiempos. Propone una experiencia cálida y hogareña, desarrolla los temas que quiere tratar de manera simple y sin sobreexponerlos y, cuando es hora de retirarse, lo hace sin más cerrando de manera cómoda un ciclo redondo; algo que es llamativo ya que la historia en sí tiene mucho que ver con eso mismo, cerrar ciclos.

Una premisa sencilla

Na Young y Hae Sung son dos niños de Corea del Sur que van juntos a la escuela. Durante meses se acompañan en el camino de regreso a casa y van desarrollando sentimientos que se convierten en más que una amistad. Es un amor inocente, como los que se pueden tener a los 12 años. Pero el fantasma de la separación está cerca. Casi inmediatamente el público se entera de que la familia de Na Young va a emigrar a Canadá para no volver a Seúl y no solo esto, la nena va a cambiarse su nombre a Nora para adaptarse más fácilmente al modo de vida occidental. Luego de una despedida un poco agridulce, los protagonistas siguen sus caminos diferentes solo para reunirse años después, primero de manera digital y con una serie de desencuentros y más tarde personalmente. ¿Puede el amor ausente volver a despertar?, ¿hay alguna oportunidad para ellos?, ¿es realmente un romance lo que están viviendo después de todos esos años y siendo casi desconocidos?

Esta trama no es nada nuevo. Probablemente quien elija verla pueda pensar en varias películas del estilo, por nombrar algunas como La La Land (2016), Los puentes de Madison (1995), la saga de Antes del amanecer o Lo que queda del día (1993). Lo que diferencia a Vidas pasadas es la manera en que esta premisa inicial se desarrolla. No solo los hilos de la historia comienzan a desenredarse de manera sutil, sino también la forma experta de mostrar cosas y no decirlas. La directora utiliza un recurso genial para minimizar el diálogo, la barrera del idioma. Hae Sung casi no habla inglés y Nora que ya vivió en Canadá y luego en Nueva York por años lo hace a la perfección. Esto deja a uno de los protagonistas casi incomunicado con el resto del universo del film y pone a la otra en el rol de traductora constante. Greta Lee hace un trabajo espectacular evidenciando “las dos Noras”, la mordaz guionista de teatro completamente adaptada a su vida norteamericana y la niña que supo ser y que no tiene problema en pronunciar coreano a la perfección.

¿Una historia de amor?

Vidas pasadas es un romance, pero no como el público se imagina. A pesar de que los momentos de tensión entre los protagonistas están ahí y son excelentes y la química entre ellos dos es explosiva, la película nunca empuja de más. El amor (o la idealización) que existe en Hae Sung y Nora no es solo entre ellos, sino hacia sus pasados, hacia su hogar y hacia una vida que pudo haber sido. Es muy difícil expresar este tipo de sentimiento nostálgico en imágenes sin caer en la sobreexposición a través de las palabras, pero Celine Song lo logra y da en el clavo.

Hacia el final de la película el escenario no podría importar menos. Sí, Nueva York (donde transcurre la mayor parte de la acción) es una ciudad preciosa pero la historia podría estar pasando en cualquier lugar del mundo. Lo que verdaderamente hipnotiza es lo que está sucediendo entre esas dos personas, que en realidad son tres pero no vamos a spoilear tanto, y cómo van reaccionando y dándose cuenta de lo que sienten, de sus realidades, de lo que quieren hacer con sus vidas a partir de ese momento fortuito donde se bifurcan los caminos.

Vidas pasadas, que no hay que dejar pasar desapercibido como una referencia al concepto budista de las reencarnaciones, le pone un peso enorme a saber cerrar ciclos, a saber soltar y dejar ir como una manera de crecer. No por eso quiere decir que haya una puerta que se cierre definitivamente, sino algo que se resignifica, que se transforma. La trama trasciende así su propia simpleza y se convierte en algo más abstracto, que es un romance pero mucho más.

Cerrar una puerta

El film tiene actualmente dos nominaciones a los Óscar (como mejor película y guion original) y viene ganando bastantes galardones para producciones independientes como el Gotham y Spirit a mejor película. Más allá de los premios que pueda conseguir o no, verla es una experiencia recomendable. Es un trabajo que exige poco y deja mucho y cada persona que se adentre en su historia va a sacar algo valioso al salir.