Días perfectos: una historia de Tokio

A pesar de hacer referencia en su título al hit de Lou Reed, la canción que más veces suena en Días Perfectos es “Redondo Beach”, de Patti Smith, ese reggae tramposo que da un respiro justo después de que el disco Horses arranque con la furia de “Gloria”. La letra cuenta la historia de dos personas que se pelean en un hotel y cómo el hombre o la mujer a la que Patti le pone la voz sale a buscar a su pareja por la playa hasta que la encuentra muerta en el mar. “I was looking for you, are you gone gone?”, repite ella.
En la última película del director alemán Wim Wenders nos enfrentamos a la soledad de Hirayama (Koji Yakusho, ganador de la Palma de Oro a mejor actor en la última edición del festival de Cannes), un hombre silencioso que trabaja en Tokio limpiando baños públicos. Hirayama hace su trabajo con una dedicación admirable, cuida hasta el último detalle y se asegura de que todo quede inmaculado. Lo acompaña un empleado más joven que está a su cargo y es todo lo contrario a él, no para de hablar de la chica que le gusta y hace la tarea rápido y sin ganas para poder terminar lo antes posible. Wenders nos muestra la rutina del protagonista sin ningún artificio, se levanta siempre a la misma hora en un departamento diminuto lleno de libros y se sube a su camioneta para irse a trabajar. En el medio lee sin parar, saca fotos analógicas a los árboles del parque donde descansa para almorzar y escucha clásicos en casetes: Patti Smith, Lou Reed, y también los Kinks y Nina Simone, pero ¿quién es Hirayama?, ¿por qué este hombre que lee a Faulkner hasta quedarse dormido mantiene una paz estoica mientras limpia desechos ajenos?, ¿qué nos está contando el director? Hasta muy avanzada la película no vamos a saber mucho más, Hirayama es un misterio.

Surgida a partir de una invitación hecha por una asociación de arte japonés para que observara los baños públicos de Tokio, Wenders vuelve a tierra nipona después de varios años (ya lo había hecho con el documental Tokyo-Ga, sobre el director Yasujiro Ozu y en Notebook on Cities and Clothes, sobre Yohji Yamamoto, diseñador representante del movimiento anti fashion). Con varios aciertos como documentalista (Pina, La sal de la tierra) y varios pasos en falso en los últimos años en el campo de la ficción, Wenders vuelve a contar la historia de un hombre solitario que deambula, como ya había hecho en Wings of Desire y Paris-Texas. Esta vez lesalió bien, además de haber sido aplaudida en Cannes, la película está nominada al Óscar como mejor film extranjero por Japón siendo a sus 78 años el primer director de otra nacionalidad que representa al país en la academia.
Con un guion coescrito con el autor japonés Takuma Takasaki, Días Perfectos es un gran ejemplo de slow cinema, una película sobre los opuestos, un hombre analógico en la hiper tecnologizada Tokio, personajes ruidosos a su alrededor que no lo inmutan, un rompecabezas que se va construyendo de a poco y que nos arrastra en el día a día del personaje hasta que aparece una sobrina a visitarlo y ahí podemos ir atando cabos, algunos. Hirayama tiene una familia pero no la ve, un padre internado con problemas mentales, una hermana de la que está distanciado, un pasado en apariencia autodestructivo que podemos deducir de verlo comprarse tres latas de cerveza y tomarlas de un tirón. Recién ahí, cerca del final, podemos tomar las pistas y darnos cuenta de que tal vez, como en la canción de Patti Smith, él estaba buscando algo que finalmente se fue.



