Priscilla, de Sofia Coppola

Cuando anunciaron la película de Elvis Presley, esa protagonizada por Austin Butler, la emoción fue generalizada. Se prometía una gran producción musical, y todos nos imaginamos una película con un nivel similar al de Rocketman de Elton. Sin embargo, a medida que salían las primeras reseñas y puntuaciones, la emoción fue reemplazada por inseguridad y duda, hasta que finalmente vimos la película de Luhrmann y terminamos todos decepcionados. Esta decepción fue apaciguada por el anuncio de Priscilla, dirigida por Sofia Coppola, la cual prometía mostrarnos una historia más real y cruda de la vida de los Presley. Mientras Elvis giraba en torno al Coronel Parker, Priscilla cumple con su título y se centra en la pareja del músico.
La película que nos habían prometido estaba llegando, y le estaba yendo bien en las premiaciones internacionales previas a su estreno oficial en cines. Jacob Elordi, quien interpreta a Elvis, era elogiado como una versión menos forzada que la de Butler, inspirada (según sus propias palabras) en el Elvis de Lilo y Stitch, y Cailee Spaeny era elogiada por su interpretación de Priscilla como una revelación. El Coronel Parker es apenas mencionado una única vez, en forma de crítica desde Elvis, como si Coppola hubiese leído las críticas a Luhrmann por hacer la película sobre el manager y decidió irse al extremo contrario de no mostrarlo.

Priscilla arranca contándonos la adolescencia de la protagonista, en los años en los que comienza a juntarse con Elvis en Alemania. Nos muestra una joven tímida, ambiciosa y encaprichada con el Harry Styles de los 50, impulsada por un ambiente al cual (más allá de un intento pusilánime de sus padres) no le parece importar que ella sea menor de edad. La primera media hora de película sigue un ritmo lento, similar a los comienzos de las películas de Coppola, y todo parece marchar bastante bien. Una vez que Priscilla y Elvis pasan a convivir, se muestran los primeros signos de malestar en la relación.
¿Por qué el sometimiento de Priscilla por parte de su pareja? Comienza muy sutilmente, con comentarios o pedidos del cantante que nos hacen pausar. El sometimiento casi que pasa por una demanda maternal, pidiéndole que esté siempre disponible para sus necesidades y para darle contención emocional, pero sin cuestionarlo. El espacio de contención de Elvis pasa a estar marcado por la niña que elige para estar a su servicio, y el menor desacato genera una reacción violenta. No obstante, lo interesante de la película es que las escenas de violencia o tensión son acompañadas inmediatamente por escenas de diversión. Este es un genial recurso para que nos familiaricemos con la vida de Priscilla: entre la felicidad absoluta de cumplir algo que se creía inalcanzable y la violencia, tanto física como psicológica, que la situación genera. Además, por más mala que sea la película de Luhrmann, ayuda a quienes la vimos a entender el contexto de explotación laboral de Elvis, razón por la cual se podría pensar que de ahí parte su necesidad de controlar tan exhaustivamente su vida familiar.

Priscilla es una película excelente para entender la vida privada de los Presley, sus altibajos que se compensaban y, en definitiva, el aburrimiento que vivía Priscilla cuando no estaba con su marido. El final queda algo colgado, ya que hace un salto temporal bastante amplio al momento en que ella decide dejarlo, que sin saber de la vida de Elvis queda algo impreciso. No obstante, las actuaciones son espléndidas.



