Past Lives: soñar en otro idioma

Hacer a una persona parte de tu día a día es lo mejor y lo peor que le puede pasar a alguien. En especial, si uno está enamorado de ella. El contarse sus vivencias, sus rutinas, sus chistes internos, el compartir sus risas, el gusto por las mismas películas o canciones, cruzar sus miradas, el contacto de manos, el hablar hasta altas horas de la noche… en todas esas cosas hay una complicidad muy envidiable, porque no es algo que suceda a menudo. Por ello, la influencia que esa persona puede tener sobre uno (y viceversa) es una cosa que me vuela la cabeza cuando me lo planteo. Pero lo complicado aquí de este asunto es cuando ninguna de las dos partes cede a consumar esa conexión que sienten, porque hay algo dentro de ellos que se los impide.
Historias de este estilo ya hay muchas, pero yo, siendo una persona que les da mil vueltas a las cosas y se las plantea múltiples veces antes de hacerlas, siempre me encuentro identificado con ellas por el hecho de que tienen un aspecto que siento que varias películas pasan por alto o lo edulcoran demasiado: dar el primer paso asusta.

Celine Song tiene un talento natural para contradecir los diálogos con las emociones que sienten sus personajes, ya que Past Lives es un relato súper hermético de dos jóvenes que están ansiando el decirse las cosas, pero con el miedo innato de expresarlo. Existe una lejanía, una frialdad, una ansiedad que se transmite en el puro silencio y en los gestos de Hae Sung y Nora (Na Young, en coreano), lo que permite que la película escape, en varios momentos, de lugares comunes y melodramáticos. La recompensa es un minimalismo demasiado elegante y demoledor por donde se desenvuelven las imágenes desoladas, el distanciamiento entre la pareja protagonista y los ambientes que marcan la pauta de la tristeza compartida que cargan.
Durante la película, se maneja el concepto del «In-Yun» que se trata de que cuando dos personas se conocen, aunque sea brevemente; significa que también se conocieron en una vida pasada, siendo los amantes personas que se han conocido una y otra vez en sus vidas pasadas. Y la directora utiliza ese recurso no solo para dictar un destino de carácter cíclico, sin final y sumamente trágico al que están atados estos personajes, sino que los mete en un debate moral sobre si debieran desechar toda la vida que construyeron para estar juntos.

A diferencia de otros «what ifs», siento que Past Lives es de las que más tiene los pies en la tierra. Esto le puede jugar en contra o favor, dependiendo del espectador, por su reiterado uso de los saltos de tiempo, la ambigüedad sentimental de los personajes o los silencios que quiebran el alma. En pocas palabras, su compromiso por elegir siempre el camino más “real” por encima de la idealización típica en este tipo de historias puede echar para atrás a más de uno. Pero es ahí donde la delicadeza con la que Celine Song escribe las cosas ayuda a que, al menos en mi caso, esa compleja avalancha de pensamientos pueda ser fácil de entender y empatizar; que esto sea su debut como directora y guionista solo nos confirma el tremendo control que posee sobre sus aptitudes, porque la película tiene un poderío arrollador para crear secuencias de un peso emocional durísimo (¡el bar! ¡la caminata final! ¡el montaje de las llamadas!) que incrementan el dolor de ese golpe al hígado que es su conclusión.

Hace días leí un texto del dramaturgo Eugene O’Neill que no dejó de rondar mi cabeza mientras veía la película, decía algo como: “El amor nunca tiene razones, y la falta del amor tampoco. Todos son milagros”. Y creo que Celine Song ha hecho de Past Lives eso mismo: un milagro. Lamentablemente, caímos en una versión del multiverso donde Hae Sung y Nora no están juntos, pero quiero pensar que en la siguiente vida sí lo estarán. Los romances se han tratado de encuentros, desencuentros, despedidas y muchas personas más llegando y saliendo de nuestras vidas; sin embargo, los «qué hubiese pasado si…» son los que más se quedan en la cabeza, y Past Lives es una película que se quedará mucho tiempo en la mía.




Es una película exquisita, dice mucho sin casi decir nada, creo que el punto es la importancia de comunicarse, cuántas cosas pasan o no pasan por no decir lo que se piensa o siente, en fin, una belleza de tratado del amor, porque a veces hasta el dejar ir es la mayor muestra de cariño
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