Blue Beetle: bueno, bonito y barato

Hace unos meses, en estas mismas páginas virtuales, escribí sobre la que otrora era la última película del Universo Cinematográfico Extendido de DC Comics, The Flash.

Entre sus principales problemas, la obra de Muschietti adolecía de la mayoría de los vicios del género: tramas apuradas, con la necesidad de mostrar muchísimos personajes y de responder a un worldbuilding que la excedía por completo.

Finalmente, su pecado mortal fue no confiar por completo en sus personajes, en su historia y en el impacto dramático de lo que estaba contando. Todo el tiempo, como sucede en la mayoría de los films de este género, hay una suerte de necesidad de explicarle a un adulto que lo que pasa en una diégesis de ficción no es verdad, que está todo bien y que nada es tan terrible. Una especie de sedante infantilizador que limita y reduce a su mínima expresión la capacidad de que el espectador pueda pensar, reflexionar o tener algún eje disparador a partir de lo que ve.

Por supuesto, entiéndanme, no me refiero a algo muy elaborado, ni tampoco a la idea de que el arte, desde una completa solemnidad, tiene que cambiarle la vida a la gente y darle una mirada renovadora sobre el mundo. Sí creo que cualquier acto artístico, por más industrial que sea, debería servir para pensar algún eje temático de la vida, con mayor o con menor profundidad, más o menos liviano. Algo tiene que permitir usar la cabeza.

Como contracara de esto, despojada de cualquier tipo de ambición multiversal, solo unos meses después, la nueva película de DC, Blue Beetle, es un gran ejemplo de cómo este tipo de relatos pueden funcionar muchísimo mejor cuando están pensados como un todo en sí mismo y no se ven atados a toda una serie de cuestiones metanarrativas que en nada le aportan a la obra. Por supuesto, tampoco exageremos, para ponerlo en términos muy sencillos: no estamos hablando de El padrino.

Ahora bien, la gran virtud de Blue Beetle y de su director, Ángel Manuel Soto, radica en comprender qué están haciendo, para qué público lo están haciendo y por qué lo están haciendo.

De movida, para quienes conocemos la historia de los tres Blue Beetles hay una decisión inteligente con los títulos iniciales, que sirven para setear muy bien el mundo en el que transcurre esta historia y dar cierta información sobre los personajes y el estado de la cuestión. Así, la película arranca en una suerte de in medias res. Dan Garret, el Blue Beetle original, cuyos poderes provienen de una suerte de escarabajo alienígena, ha muerto y con él ha desaparecido la fuente de su poder. Ted Kord, heredero de una empresa militar, decidió cambiar el eje de la compañía y dedicarse a desarrollar productos para mejorarle la vida a su comunidad. En secreto, Ted es el segundo Blue Beetle y, dado que nunca pudo obtener los poderes del escarabajo, desarrolló su propia tecnología para combatir el crimen. En este sentido, algo que siempre se marcó en los cómics, en especial de la mano Keith Giffen y J. M. DeMatteis, los dos autores que marcaron el estilo del personaje, es la idea de que Ted fuera una suerte de Batman de la B. Es decir, una persona inteligente y un empresario bonachón, pero con inventos y razonamientos un tanto más rudimentario que el detective de Gotham City.

En fin, la cosa es que hace varios años Ted desapareció y la compañía familiar quedó en manos de su hermana, Victoria Kord (Susan Sarandon), personaje que no proviene de los cómics y que quiere encontrar al escarabajo azul para robarle su código genético y con esa información crear un super cuerpo de mercenarios para proveer seguridad y defensa: los One-Man-Army-Corps (OMAC).

Quien no está de acuerdo con esto es la hija de Ted, Jenny Kord (Bruna Marquezine), otro de los personajes que no proviene del canon de las historietas, quien tiene una visión más filantrópica sobre el rumbo que debería tomar la empresa familiar.

En ese contexto aparece Jaime Reyes (Xolo Maridueña), un joven latino recibido del primer tramo de la universidad que vuelve a su casa y se entera de que toda su familia está casi tan complicada como la economía de nuestro país. Debido a esto, Jaime tiene que renunciar a sus planes de posgrado y quedarse a trabajar para ayudar a que no les rematen la casa. El azar lo pone en el medio de Jenny, Victoria y el escarabajo azul, y este último lo elige como su nuevo huésped, dando vida así al tercer Blue Beetle.

No tiene demasiado sentido explorar el resto de la trama, sí vale la pena remarcar que en ese punto la película es un relato clásico de aventuras e iniciación superheroica donde Jaime deberá aprender a ser un héroe a costa de errores, sacrificios y tragedias personales. Nada demasiado nuevo. Sin embargo, lo interesante es que Soto desarrolla una muy buena estrategia para lograr darle cierta frescura al asunto desde la raigambre cultural y una suerte de explotación de la idiosincrasia latina en Estados Unidos. Si bien por momentos es un poco exagerado y se va de tono, hay un trabajo muy destacable en que Blue Beetle sea una película dedicada a un público muy específico, en especial la inmigración mexicana, y que funciona muy bien porque en la mayoría de los casos no aparece como algo forzado, sino que se incorpora vía los personajes y sus interpretaciones con muchísima naturalidad.

A ese esfuerzo se le suma otro trabajo muy inteligente por comprender el mundo y las características de la narrativa de los “Blue Beetles”. Soto toma ciertas decisiones que integran y a la vez modifican aspectos centrales de la trama del mundo de los cómics, pero la adaptación funciona porque, en espíritu, se corresponde con el alma mater de los personajes. Hay detrás mucho estudio y un gran esfuerzo por hacer encastrar ciertas piezas de los arcos narrativos de Blue Beetle, y eso se nota y funciona. En especial, hacia el final del segundo acto.

En resumen, a diferencia de otras películas recientes de DC, Blue Beetle, dentro de los límites del género, camina bien y cumple porque es una obra autónoma, contenida dentro del propio canon del personaje y que, al mismo tiempo, sabe alejarse de este con la inteligencia necesaria para hacer funcionar la trama. Sin necesidad de recurrir a gestos rimbombantes y a grandes cameos, se ocupa de contar una historia de aventuras, focalizar en ejes temáticos y dedicarle la pieza a un público objetivo. Sí, todas cuestiones elementales de una película industrial, pero que no vienen apareciendo tanto como uno creería. Y es entonces eso mismo lo que la pone un escaloncito por encima de la media y la vuelve una película un poco más disfrutable. Bueno, eso y que termina con una canción muy conocida para nosotros.