Reseña: Sugar

Una de las grandes diferencias entre reseña y análisis, más allá de la duración o nivel de profundidad, es cuánto se revela de la trama, es decir, los famosos spoilers. En el caso de Sugar (Mark Protosevich – 2024 – temporada 1), realizar una reseña sin tocar el corazón de la serie, es casi deshonesto. Se deberá optar por un análisis breve. CUIDADO entonces, el tema viene con spoilers.

John Sugar (Colin Farrell) es un detective privado que viste impecables trajes entallados. En el prólogo lo vemos en una misión en Japón, buscando al hijo secuestrado de un jefe yacuza. Rápidamente, se nos revela que tiene una fuerza descomunal y algún problema de salud. Además, se inyecta una sustancia en el cuello. Este prólogo es a la “James Bond” y no tiene nada que ver con la trama central, solo nos sirve para presentar al personaje.

De vuelta a Los Ángeles, su ciudad, recibe un nuevo encargo: buscar a Olivia (Sydney Chandler), la nieta desaparecida de un famoso productor de cine. Sugar es un ávido cinéfilo y políglota. En la casa de su ¿manager? Ruby, recibe revistas de cine de diversas partes del mundo, como Cahiers du Cinema.

La investigación comienza como todas las de un noir de Los Ángeles, en su variante “mundo del espectáculo”. Tendremos familiares escurridizos, violadores, matones pagos, alcohólicos, bandas salvajes, celos y femme fatales. Olivia, una exadicta con historia en desapariciones, es la nieta de Jonathan Siegel (James Cromwell), un titán de la industria cinematográfica. Su padre Bernie Siegel (Dennis Boutsikaris) es un pálido sucesor en el negocio familiar. Su madre Rachel falleció hace años y Bernie estuvo casado mil veces después de ella. Conocemos así a Melanie Matthews (Amy Ryan) exmadrastra de Olivia, y con un pasado común en adicciones y, sobre todo, en recuperaciones. El hermano de Olivia, Davy (Nate Corddry), es un treintañero problemático que fue un conocido niño-actor. La madre de Davy es Margit (Anna Gunn), otra exesposa de Bernie, hoy casado con Wendy (Elizabeth Anweis).

Sugar es contratado por Jonathan. En cambio, Bernie, el padre, no parece tan preocupado por la desaparición de su hija. La trama transita caminos conocidos. El hermano sabe algo sobre la desaparición, lo mismo que una de sus madrastras. Aparece una banda de traficantes de personas en la ecuación, encabezada por Byron Stallings (Eric Lange). Como todo buen detective, Sugar se va obsesionando. Algo en su pasado hace que esta investigación sea personal. Se menciona en conversaciones con Ruby que Sugar perdió hace un tiempo a alguien llamado Djen.

El detective deambula por la ciudad en un Corvette del año 66, y se mueve como pez en el agua en cualquier circunstancia. Es un hombre en su medio. Es capaz de las bondades más sinceras y la violencia más brutal. Pronto sabremos que no sale mal parado de ningún enfrentamiento. Posee una fiereza descomunal y gadgets tecnológicos que son propios de hacker de avanzada. Es clásico y moderno. El principal obstáculo al que se enfrenta es la traición de sus allegados. Por alguna razón, alguien en su círculo no quiere que Sugar indague sobre Olivia.

Pero es todo un engaño. La serie es un engaño. El disfraz de clasicismo es excesivo y eso hace sonar alarmas. El mecanismo se sostiene porque hay tres patas operando.

La primera es uno de los tropos del noir: la voz en off. Sugar nos susurra al oído. Al parecer, accedemos a su interioridad. Es el anti Jean Pierre Melville. Nos cuenta todo. O casi todo. Es un recurso más viejo que la escarapela, pero extrañamente está más usado en las relecturas y parodias que en el género en sí. Proviene del uso de la primera persona en las novelas de Raymond Chandler y James M. Cain. Billy Wilder la explotó en Pacto de sangre (Double Indemnity – Billy Wilder – 1944) y El ocaso de una vida (Sunset Boulevard – 1950 – Billy Wilder). El susurro es magnético.

La segunda pata es el montaje fragmentado que opera como un recurso que nos pone en alerta. Hay jump-cuts, anticipaciones y retardos. Además, esto funciona en tándem con una curiosa opción en las puestas de cámara, como si hubiera permanentemente un equipo extra filmando cada escena, y está colocada en el lugar menos obvio y más difícil de intercalar entre otras tomas. Esto provoca una ruptura. El relato es hiperclásico, pero la forma en que se estructura estilísticamente va más allá de una definición de “moderno”, para adentrarse en un extrañamiento. Funciona como una anticipación.

La tercera pata es la incorporación de un elemento extradiegético, como son las apariciones de fragmentos, fotogramas apenas, de clásicos del cine. Casi seguro que hay un mecanismo que opera en estos elementos, pero no es evidente. A veces son un espejo de lo que hace el protagonista, o sirven para dar pinceladas de su estilo. Sugar es cinéfilo y quiere parecerse a sus héroes de la pantalla de plata. No los menciona. Lo hace el montaje. Un deus ex machina que se apropia por breves segundos de nuestros ojos. El diálogo con los fragmentos parece ser más estilístico que aportar a la narrativa.

La serie esconde su propósito central mediante estos artefactos de extrañamiento. La idea es que la pista falsa es la forma cinematográfica (o audiovisual). El espectador es llevado a entender que es un relato trillado, que está contado de forma diferente. Pero esto es parte de la fachada.

Hay indicios de una ruptura en los primeros episodios, cuando Sugar es invitado a la reunión de una misteriosa “Sociedad de Políglotas”. No es la primera a la que asiste. En ella mantiene conversaciones con los otros invitados. Uno de ellos es un viejo amigo de Sugar, llamado Henry (Jason Butler Harner). El encuentro es en la casa que conocimos como la de su manager Ruby. Uno a uno, los asistentes son convocados por la anfitriona a una habitación acustizada, que contiene un artefacto parecido a una máquina de escribir. El interrogatorio consiste en dar cuenta de todas las interacciones con otras personas que lleva anotada en una pequeña libreta negra cada uno de los miembros del grupo. Se refieren a las personas, a todas, como “ellos”. Y entonces ¿qué o quiénes son los miembros de la Sociedad de Políglotas?

La escena es sutil. La voz en off no explica qué pasa. La conversación es opaca. “Emosido engañado” como rezaba el graffiti en la pared. El tema de las sociedades secretas no es un elemento extraño en el género. Pero esto va más allá. Empezamos a hilar fino. Esta serie no es un noir clásico. Pero entonces ¿qué es? Ciertamente, el plantado no opera dentro del terreno de lo habitual. Muchas series han tenido plot twist que sorprendían, pero uno que cambie completamente el género es bastante más raro.

Fringe (Alex Kurtzman – Roberto Orci – 2008 – 5 temporadas), por dar un ejemplo, nos revelaba la existencia de una dimensión paralela que estuvo preparando desde su primer episodio. En Westworld (Jonathan Nolan – Lisa Joy – 2018 – 4 temporadas), el plot twist funciona dentro del mundo creado, y es una revelación sobre la propia estructura temporal de la serie. Finalmente, en Mr. Robot (Sam Esmail – 2015 – 4 temporadas), tenemos tal vez el ejemplo más cercano, con una omisión por narrador no fiable: Elliot, que nos venía hablando en voz en off, nos estuvo engañando. No obstante, en ninguna de estas series hay un cambio de género total.

Durante unos seis episodios de Sugar los indicios esporádicos de extrañamiento aparecen y desaparecen. Estamos muy acostumbrados a esa obsesión americana por el soldado universal. Entrenamientos tan exhaustivos que convierten a las personas en máquinas de matar. Hay cientos de películas y series sobre los Navy Seals, Rangers, Delta Force, Boinas Verdes, operarios de la CIA. Miembros activos y exmiembros. ¿Es el caso de Sugar? ¿El grupo de políglotas es una asociación de espías como se da a entender con las pistas falsas?

Cuando finalmente Sugar rastrea a los captores de Olivia, a pesar de abatir a toda la banda de Stallings, es herido de gravedad. En vez de ir a un hospital, se refugia en un hotel con Melanie y llama a Henry, que asiste con elementos para curarlo. Un suero extraño y la recuperación milagrosa son las pistas semifinales. Sobre el final de ese mismo episodio, el sexto, Sugar se inyecta algo en el cuello y se nos revela como un extraterrestre azul y lampiño.

¿Qué diablos hemos estado viendo? La explicación es evidente por cómo se precipitan los acontecimientos. Es un primer acto. Un setting. El policial fue una excusa para plantear un relato muy diferente. La historia no concluye aquí; por el contrario, empieza. La Sociedad de Políglotas es la fachada de una organización alienígena que viene a observar y reportar sobre los humanos, en diferentes profesiones.

El shock de la revelación produce una onda expansiva tan violenta que destruye la verosimilitud del caso policial. Los alienígenas no querían que Sugar siguiera buscando a Olivia, porque desenmascararía que el hijo de un político con el que tienen un trato es un asesino serial. La trama se pone pantanosa. Se supone que Olivia termina secuestrada por Stallings, porque asesinó a su secuaz Clifford defendiendo a una mujer protegida de Melanie. Al mismo tiempo, Stallings estaba vinculado a su hermano Davy, que parece que la entregó. Finalmente, Stallings le habría vendido a Olivia al asesino serial. Este párrafo parece mal redactado, pero les aseguro que no lo está. La confusión es total, luego de ver al hombrecito azul.

Sugar rescata a Olivia de un sótano que parece copiado de La chica del dragón tatuado (The Girl with the Dragon Tatoo – David Fincher – 2011). Mata al serial killer, que es irrelevante en este punto del relato, rescata a Olivia y se lleva unos discos compactos de audio grabados y prolijamente catalogados.

Roto el pacto con el político, al que nunca vemos, los alienígenas deben escapar. El líder alien, llamado Miller, es asesinado. Deben abandonar el planeta de manera perentoria. El cambio de tono de la serie es brutal. Dos episodios atrás, estábamos viendo cómo operaba la banda de Stallings traficando gente en la frontera como México, mientras que Sugar investigaba las violaciones del niño-actor Davy. Ahora deben irse en una nave espacial hacia otra galaxia.

Sugar, mientras hace los trámites finales a su partida, que incluyen revelaciones de la ya olvidada trama clásica (Jonathan es el padre de Olivia, y no Bernie), escucha de a ratos uno de los CD que se llevó de la guarida del asesino serial. Allí descubre que el asesino estaba acompañado mientras torturaba y mataba a sus víctimas en el sótano. Observando y anotando todo estaba Henry, su amigo extraterrestre, que ahora está a la fuga y le informa a Sugar que él fue el responsable de la desaparición de Djen. Catarata de plot twist.

Los alienígenas están en nuestro planeta para observar y reportar lo bueno y lo malo de la humanidad. Sugar, motivado por la desaparición de su hermana, se convirtió en un buscador de personas. Henry, por otro lado, tiene una naturaleza diferente. Es un predador. Y en la Tierra, se vincula con otros predadores.

Los miembros de la sociedad se elevan al cielo en naves invisibles. Con Henry a la fuga, Sugar decide quedarse en el planeta para cazarlo. Lo que vimos es un prólogo. La verdadera historia es la que viene.

Las series de Apple TV son usualmente de una calidad superior a la media, como eran las de HBO en otra época. Arriesgaron mucho con Sugar, ya que, al liberar los primeros episodios para la crítica, las reseñas iniciales no daban cuenta del relato que realmente se estaba contando. Recién ahora, cuando los que no se aburrieron del policial clásico siguieron viéndola, se da cuenta del cambio de género de la serie. Pero no son tantos los que se quedaron, solo los amantes del género, que terminaron siendo engañados.

El guionista y showrunner es Mark Protosevich, conocido por el guion de The Cell (Tarsem Singh – 2000), Soy Leyenda (I am Legend – Francis Lawrence – 2000) y Thor (Kenneth Branagh – 2000), pero para los lectores de policiales parece un intento, un poco torpe, de emular a la serie de novelas del detective Charlie Parker, creada por John Connolly, que en sus inicios también jugó con el cambio de género, particularmente en Todo lo que muere (Tusquets – 2004), un largo prólogo a la verdadera historia que Connolly quería contar en las novelas subsiguientes, más sobrenaturales que policiales. Pero, aclaremos, Charlie Parker no es un hombre azul de otra galaxia.

En este ambiente sobrepoblado de series y telefilmes, se agradecen las sorpresas, y ciertamente la primera temporada de Sugar cumple en dejarnos intrigados por lo que sigue, que parece salido de un cómic de Linterna Verde. Hay un asesino serial extraterrestre suelto en la Tierra, vinculado con monstruos locales. El único que puede neutralizarlo es un tal John Sugar, que deambula por Los Ángeles en un Corvette 66 azul metalizado, que hace juego con él.