Los ilusos #14: contentos viviremos en el año 2000 ♫

Buenas, ¿cómo están? Ha vuelto este noble espacio. Me gustaría decir que me tomé vacaciones, pero en realidad no fue así. Estamos ultimando los detalles de lo que va a ser el nuevo número de la revista y todo no se puede. La buena noticia es que ya está muy avanzado, es un especial que debería salir en octubre pero seguro lo hará los primeros días de diciembre. Porque vieron cómo es esto, hacerlo y sacarlo para halloween, lo que tendría mucho sentido, no es nuestro estilo. Antitimmings por decisión política. No les spoileo más, pero si no entendieron a estas alturas por dónde viene la cosa, están peores en lectocomprensión que el Mauricio cuando leía los discursos. Otro Logro que no se logró lograr, hacerlo leer bien.
Algunos avisos parroquiales antes de comenzar:
- Continúa el Ciclo en línea de Cine argentino recuperado en el MALBA, este domingo a las 18 h arrancan las funciones. Me ayudó a sobrellevar este mes un montón, se los recomiendo como cura a la depresión, ayuda más que el rivo.
- También sigue hasta fin de mes el Festifreak de La Plata en su edición online, vía Festhome. Hay muchas películas disponibles y todavía quedan algunas cositas lindas para ver.
- Por último, del 27 al 31 de octubre tendrá lugar el Doc Buenos Aires, la muestra de cine documental porteña que este año será online y que tendrá como una de sus cuatro sedes una sala virtual en la querida Lugones. Lo interesante de esto es que, según su programador, Diego Bodersen, será la prueba piloto para testear el espacio y busca ser una experiencia que continúe en el futuro. Para quienes somos asiduos visitantes del décimo piso del TGSM es una gran noticia.
Ahora sí, comencemos. Esta semana tenemos algunos estrenos, un pequeño recuerdo de Rodolfo Kuhn y un libro para recomendar.
Estrenos: El juicio de los 7 de Chicago, Tengo miedo torero, Piazzolla los años del tiburón
El juicio de los 7 de Chicago es la segunda película de Aaron Sorkin –me pongo de pie–, uno de los mejores guionistas que tuvo Hollywood de los 90 a esta parte. El film retrata la causa armada que enfrentaron una serie de activistas en Chicago, por una revuelta que terminó en disturbios organizados por la policía y las agencias de inteligencia locales, en el marco de la Convención Nacional Demócrata de 1968. Es un fiel exponente de esas películas de juicio que ya no existen, donde todo el film está estructurado por el debate oral y en cómo estas personas fueron juzgadas. Además, para tratar de contar el motivo del proceso, Sorkin intercala la narración con flashbacks o pequeñas secuencias que transcurren en el pasado y que nos muestran las cosas “como de verdad ocurrieron”.
No sé si hay mucho que se pueda spoilear, es un caso bastante conocido y testigo de lo que fue el paso norteamericano de esa panacea liberal de Kennedy y Johnson a la runfla de los servicios con Nixon. También, y es lo que hace bien Sorkin, se trata de hechos que están muy vigentes en las discusiones políticas actuales, por lo que el relato funciona como espejo con la realidad estadounidense y lo decisivo que serán las próximas elecciones que sucederán en las semanas venideras.
Me cuesta mucho decirlo porque es caer en lugares muy comunes, pero la verdad es que la película adolece del clásico y tan cliché defecto del guionista que dirige. Básicamente, desde la puesta en escena, hay varias fallas en la lectura y los planteos realizativos, además de un subrayado ideológico innecesario. Se nota bastante la ausencia de confianza en el poder de la imagen y el sonido para resolver dramáticamente varios pasajes del film, y algunas cuestiones vinculadas a la reconstrucción de la época también le juegan bastante en contra. Filmar una película ambientada en los 60 y que se vea en un digital tan pulcro y puro es problemático, en mi caso me sacó bastante del verosímil. Por último, tengo mis reparos con Sacha Baron Cohen y Eddie Redmayne como intérpretes, pero bueno, eso ya es mucho más personal.
Eso sí, no son todas pálidas. La película tiene varias escenas bien resueltas y tampoco es un bodrio infumable. Los momentos sorkianos por excelencia, cuando los diálogos calzan perfecto, son magistrales y en ese aspecto el sello de calidad está intacto.
Cada vez que veo filmar a estos guionistas, más aprendo a valorar a David Mamet.
Tengo miedo, torero es una película chilena de Rodrigo Sepúlveda (Padre nuestro, Aurora), en coproducción con la Argentina, que se estrenó en CineAr luego de su paso por el Festival de Venecia. El film es una adaptación un tanto libre de la novela homónima de Pedro Lemebel, escritor y artista chileno fallecido en 2015.
Cuenta la historia de La loca del frente (el siempre brillante Alfredo Castro), una mujer trans que vive en un sector muy marginal de Santiago en los 80, y que realiza junto con sus amigas trabajos de bordado para ciertos de sectores de la clase media y acomodada de aquel entonces. A La loca no le interesa mucho lo que ocurre en la realidad política de su país, solo el show y la vida nocturna. Una noche, a la salida del club, en una redada se encuentra con Carlos (el mexicano Leonardo Ortizgris), un militante que la seduce y un poco la engaña para que le deje guardar una serie de libros, que en realidad son explosivos para ser utilizados en un atentado contra Pinochet.
Esto, que podría ser el eje central de la trama, no lo es. La película es sobre las relaciones, sobre cómo La loca comprende el mundo que la rodea y cómo su relación con Carlos reconvierte su vida. Es una maravilla visual, de montaje, de puesta en escena y de interpretación. Otra muestra más del gran momento que vive cierto sector del cine chileno industrial que ha encontrado un balance muy interesante entre el cine de autor y las películas pensadas para el mercado internacional. Mientras la veía, recordaba varios pasajes de Tony Manero, de Larraín, otra película en la que Alfredo Castro brilla por completo. Aprovechen mientras esté gratis para ver en CineAr Play.
Se estrenó en HBO Piazzolla, los años del tiburón, ese gran documental de Daniel Rosenfeld de 2018, que tuvo un paso muy discreto por las salas porteñas y que recién ahora puede apreciarse con cierta masividad. Rosenfeld es uno de los mejores cineastas de su generación, films como La quimera de los héroes o Cornelia frente al espejo ya daban la pauta de esto. Este documental es sin dudas de los mejores que ha dado el cine argentino en los últimos años. El trabajo con el material de archivo, los testimonios, la estructura narrativa, todo es una maravilla. Prefiero no contar mucho y que vayan corriendo a verlo, porque realmente es una gema absoluta. Como todo buen cineasta que antes ha pasado muchos años trabajando en publicidad, Rosenfeld no decepciona nunca.
Me quedaron dos afuera: The Wolf of Snow Hollow de Jim Cummings y Rebecca de Ben Wheatley. La semana que viene sin falta.
Misceláneas atemporales: un recuerdo del cine Rodolfo Kuhn
Rodolfo Kuhn es uno de los cineastas más importantes de la denominada generación del 60, un grupo de directores que comenzó a hacer películas luego del golpe militar del 55 y que se denominó a sí mismo de transición. No creo que pueda o tenga los conocimientos para hablar de esto con una precisión quirúrgica, pero gran parte de la obra de estos realizadores intentaba retratar a personajes de una clase media surgida al calor de los gobiernos peronistas, que enfrentaba las primeras crisis existenciales burguesas: el mundo universitario, la carrera profesional y el devenir de la vida liberal adulta, por fuera de la tradicional visión de la fábrica y el conventillo. Todo esto, por supuesto, en el contexto de la creación de un nuevo país que buscaba aparecer desideologizado o, mejor dicho, desperonizado. Al interior de esas tensiones convivieron expresiones más abiertamente políticas y algunas menos comprometidas.
Estas películas, además, se verían influenciadas por las renovaciones en la forma y estética cinematográfica de las nuevas olas ocurridas en gran parte de las cinematografías del mundo (Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Brasil, etc.) y la distribución de tecnologías aparecidas al calor de la urgencia del registro propagandístico de la Segunda Guerra Mundial, que luego terminarían recayendo en manos de la población: los grabadores “portátiles” de sonido sincrónico y las cámaras de 16mm.

Durante esos años, aunque no educaron a estos cineastas, comenzaron a aparecer en el país las primeras escuelas de cine. Por ejemplo, el Instituto de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral, en 1956; el CERC (hoy ENERC), en 1965; y la EDAC (hoy IDAC), en 1966; y los primeros grupos de estudio y práctica cinematográfica independientes, que en los años subsiguientes serían fundamentales en la producción de cine nacional, cuando muchos de estos cineastas tendrían algún tipo de participación y relevancia.
Me cuesta imaginar qué tan conocido es el cine de Rodolfo Kuhn para el argentino promedio. Tiendo a pensar que, como ocurre con la mayoría de nuestra cinematografía, bastante poco. Lo cierto es que su obra, la cual me puse a revisar de manera razonada en esta cuarentena, es bastante importante, no solo por el testimonio de la época y el registro de su generación, sino por la riqueza y la visión de futuro para anticipar temáticas y discusiones, así como también por su versatilidad como cineasta, surfeando el melodrama, el costumbrismo y la sátira como pocos.
No hay tampoco tanto escrito o conseguible sobre su vida. Sé por lo que pude escuchar y leer por ahí que había intentado ser médico y que luego se declinó por el cine, y que presentó una serie de proyectos al instituto de cine que le fueron rechazados, hasta que pudo filmar su primera película, hoy ya un clásico: Los jóvenes viejos (1962).
La premisa de esta película está, justamente, en su nombre: gente que es joven, pero a la vez es vieja. Tiene preocupaciones adultas en un cuerpo desarrollándose aún y no encuentra lugar en ninguno de esos dos mundos. Se trata, por definición, de un retrato de esa generación a mitad de camino.
Algo de todo esto se ve reflejado en su siguiente película, Los inconstantes (1963), un film de transición a lo que será luego el resto de su obra, en que aparece una vez más la idea de la vacación, el aburrimiento, la playa y ese letargo temporal para tomar decisiones en una vida que luce un tanto desmotivada.
El quiebre en su carrera se daría con Pajarito Gómez, una de sus películas más recordadas, en la que Kuhn entra de lleno en la sátira y la crítica a la reproducción cultural desideologizada de la época, con una parodia de Palito Ortega y elClub del Clan. Por supuesto, la película no es solo eso. No se trata solo de reírse de la moda cultural del momento, sino de pensar en una idea de consumo de las estrellas y en cómo a nadie le importa de verdad una figura pública si no se le puede sacar un rédito económico. Además, ya presente en la discusión actual, una de las canciones de Pajarito (Héctor Pellegrini), que en realidad interpreta el cantautor Hugo García, imagina lo que será el año 2000. Pajarito Gómez es un exponente de esa Argentina desideologizada de los 60, donde la política es una mala palabra y lo único que importa es divertirse y pasarla bien. Uno de los guionistas del film fue, ni más ni menos, que el escritor desaparecido Paco Urondo.
Por último, para no extenderme demasiado y guardar algo para el futuro, mención especial para ¡Ufa con el sexo!, la película maldita de Kuhn, que fue censurada y recién se pudo ver en 2007, luego de que se encontrara en el sótano del ENERC junto a un montón de otro material salvado del cierre de laboratorios que estaba separado para catalogar. Mientras veía la película, me resultó imposible no pensar en Crónica de un verano, de Jean Rouch y Edgar Morin, y creo que hay en esos pasajes documentales cierta inspiración en los inicios del cinema verité. La pregunta que queda latente es cómo serán esos últimos minutos de la película, compuestos por un número musical a color en La Ciudad de los niños de La Plata, que no pudieron ser recuperados y de los cuales solo se posee el sonido.
¡Ufa con el sexo!, basada en una obra de Dalmiro Saénz (los abogados lo recordamos injustamente como aquel que insultó a la virgen María en un programa de Sofovich y generó que el constitucionalista ultracatólico Miguel Angel Ekmekdjian motivara un histórico precedente jurisprudencial sobre el derecho a réplica), es una película hermosa, que interpela la doble moral de la sociedad y que presenta de forma anticipada varias discusiones muy actuales, como por ejemplo la elección y el reconocimiento del trabajo sexual.
Recomiendo mucho esta entrada del viejo blog de filmoteca en la que se mencionan algunos pasajes del dictamen de la comisión del Instituto de Cine que le negó la calificación a la película porque atentaba contra el estilo nacional de vida o las pautas culturales de la comunidad argentina. Además de cineasta, Kuhn fue docente y publicó en 1982 un libro sobre Introducción a la realización cinematográfica, que estimo es bastante difícil de conseguir. Falleció en México en 1987 con tan solo 52 años.
Un poco de polémica no hace daño: un nuevo llamado desesperado por una cinemateca nacional
El martes salió publicada esta nota en Página 12, en la que Fernando Madedo y Ana Lucía Amor relatan la situación de sesenta películas argentinas cuyos derechos (entiendo que de uso, reproducción y explotación) serán rematados debido a la quiebre del sello Artistas Argentinos Asociados.
Entre las películas que forman ese grupo se encuentran Crónica de un niño solo (1965), El dependiente (1969), Nazareno Cruz y el lobo (1975), Soñar soñar (1976) y Gatica (1993), junto con otros clásicos, como Pampa bárbara (1945) de Lucas Demare y Hugo Fregonese.
Según relata el artículo, el precio del remate estaría fijado en 180 mil pesos, precio que seguro sería un poco más elevado de existir algún tipo de puja en la subasta, que no me claro si ocurrió finalmente u ocurrirá en los próximos días. Quienes escriben el artículo refieren haber acercado esta información a los Ministerios de Cultura de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires, sin recibir ningún tipo de apoyo o respuesta.
Traté de indagar un poco más y no encontré nada al respecto, tampoco vi que quienes saben del tema se expresaran sobre el asunto, lo que despierta para mí algún tipo de resquemor o por lo menos cierta prudencia con la información. Más allá de esto, o de algún que otro ribete que puede tener el entuerto, el dato es que nuevamente se hace presente la necesidad de una cinemateca nacional. O, de ser esto muy ambicioso, una mayor presencia del INCAA y de los sectores de la cultura en preservar el patrimonio cinematográfico nacional.
El precio estipulado, en términos de lo que implicaría en la erogación del erario, es ínfimo y para nada descabellado en contexto con otras actividades del quehacer cinematográfico. Hablamos de menos de 3.000 dólares.
Algo que ronda mucho en mi cabeza, y que si leen esta columna habrán escuchado más de una vez, es el hecho de que pensamos mucho el rol del Estado en la producción cinematográfica, pero muy poco qué hacer con esa producción o cómo hacer mejores películas. Sin caer en mezquindades y oportunismos, creo que existe de forma inconsciente una preocupación más genuina del medio por la cantidad que por la calidad, y una despreocupación absoluta por la conservación y el recupero del patrimonio. Las asociaciones de cineastas no suelen tener detrás de sus objetivos y banderas estos reclamos, y es problemático. Entiendo que quizá algún lector bienaventurado y desprevenido quiera citar aquí lo que ocurrió con la DAC y GOTIKA, con su plan recuperar. Les diría que lean un poco más sobre ese asunto buscando por ahí, para entender mejor a qué se debe en realidad ese acuerdo.
Mi opinión impopular es que si no hay plata para producir, en vez de achicar el modelo productivo, precarizar el trabajo y seguir viviendo en un mundo de fantasías en el que creemos que es posible filmar un largometraje bajo ciertas pautas industriales en tres semanas, hay que buscar otras alternativas. Robustecer el plan de fomento (nada nuevo), y quizá pensar que necesitamos producir la misma cantidad de films (los números anuales no son malos, ni siquiera en su peor año), pero mejor y destinar muchos más ingresos a cuidar lo que ya tenemos.
Quién dice, a lo mejor en algún momento poner en funcionamiento real la CINAIN no sea solo un delirio trasnochado.
Qué estoy leyendo: Ecce Nanni, el testigo crítico
En algún momento de este segmento irracional y caprichoso me tocará hablar de Nanni Moretti, ese tano comunista y cabrón, tan amado por un montón de personas que no entendieron nunca sus películas. Es interesante esa fascinación de los conservadores por reivindicar figuras artísticas que expresan todo lo contrario a su ideología. Estimo que lo que ocurre con el director de Habemus Papa es que como tiene la entereza de criticarse muchos eligen quedarse con eso y no ver todo lo demás que expresa su filmografía. En fin, la hipocresía, como dice el meme.
El asunto es que cuando el BAFICI todavía publicaba libros para acompañar sus retrospectivas lanzó esta breve publicación dedicada al cineasta italiano, en la cual hay un gran apartado de entrevistas que son más que interesantes para entender un poco mejor su manera de hacer cine. En lo personal, disfruto mucho de leer a los cineastas y de escuchar cómo llegaron a hacer películas o por qué toman ciertas decisiones. Está claro, como diría el Diego, que hay mucho de tocuen en el medio, pero incluso en esos contextos, leyendo entre líneas, se pueden sacar ciertas conclusiones. En el caso de Nanni, es una oportunidad para comprender mejor su amor por el cine y lo autobiográfico de su filmografía.

Si disfrutan del cine de este tano cabrón, de películas como Ecce Bombo, Palombella Rossa, Aprile o Caro Diario, es una linda publicación para entrarle. Se puede leer en PDF acá, y si lo buscan por ahí, imagino que todavía se debe poder conseguir en papel.
Y bueno, gente, esto fue todo. Nos veremos la semana que viene. No hagan cualquiera, y si les quieren vender Remdesivir, tengan cuidado. Parece que al Donald lo embocaron con todos los contenedores y no sirve para matar al bicho. Habrá que guardarlo para el próximo brote de ébola en América (?).
Pingback: Los ilusos #32: el huevo o la gallina | REVISTA 24 CUADROS
Mención aparte merece Frank Langella en Los 7 de Chicago. Le pone un valor agregado interesante al papel del juez Hoffman (no confundir con el acusado, por favor!).
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